He sido siempre una gran defensora de la UE, como ciudadana demócrata y como académica, creo fielmente que es una de las mayores conquistas políticas de la humanidad, que un continente que se caracterizó por estar en guerra, hoy puedan convivir sus naciones bajo una misma sombrilla es simplemente maravilloso. Entendiéndose y con una unificación monetaria referente. Pero estamos ante una verdad innegable: Europa está enredada no solo con el manejo de la pandemia, sino con la compra y aplicación de las vacunas.
De los principales valores que rigen la Unión es la igualdad. Ello significa que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos ante la ley. El principio de “igualdad europea” entre hombres y mujeres sustenta todas las políticas de la UE (hoy incluso el proceso de vacunación mismo) y es la base de la integración. Se aplica en todos los ámbitos. Bajo este tipo de postulados las regulaciones se han convertido en restricciones en esta crisis sanitaria global.
¿Y cuál es la gran ironía? Que los europeos están acogiendo la producción en masa de las vacunas contra la covid-19, el gran dilema ha venido después, en la comercialización/aplicación. Tienen una capacidad científica instalada que les ha permitido lo primero, pero están inmersos en una mancomunidad -o algo así- que no les ha facilitado la celeridad.
Fruto de ello, tenemos a Italia, Alemania, España… etc. Con una vacunación que además de lenta, parece que tuviese un freno de mano puesto. Uno impuesto desde Bruselas para ser más específicos. ¿A propósito?, no seguramente, pero es que está quedando evidenciado que la Unión Europea no estaba preparada para una guerra de estas, una batalla contra un virus que muta y revela de manera implacable nuestras debilidades.
De hecho, Bruselas (sede capital política de la UE para quienes no lo tengan claro), ha desarrollado prácticamente un poder de “veto” en las exportaciones de vacuna, señalan que es la capacidad que tienen para bloquear que las mismas salgan del territorio comunitario, para así reservárselas para ciudadanos europeos únicamente. Esto a primera vista se observa como una medida de protección necesaria y acertada. Sin embargo, es también evidencia fehaciente de la cantidad de reglamentación excesiva al respecto.
Lo cierto es que esta lentitud prolonga la pandemia, son más los muertos, los flujos turísticos no se reactivan. Y desde países como el nuestro, como Colombia, vemos a los líderes europeos complicados con el tema, lo cual nos causa aún más susto y ansiedad como ciudadanos porque entonces no sabemos qué esperar en América Latina.
@KATHYDATOS