El año que viene me voy a casar. ¡Por fin! Gritó de emoción su mamá, quién lleva 14 años pidiéndole a San Antonio de Padua por un esposo para su hija. El asunto es que a la muchacha no se le conocen pretendientes.
El otro año me gradúo porque me gradúo. ¡A ver si empiezas ya por escribir el trabajo de grado de una vez! Le dijo en tono irónico el papá que amenazó con no darle más su mesada.
En enero empiezo la dieta. ¡No comas tantos buñuelos, te has comido ya las natillas de la próxima década en un solo mes! Contestó la esposa cansada por las dimensiones cada vez más grandes de la barriga de su amado marido.
Este nuevo año iniciaré el plan de ahorros para comprarme la casa y dejaré de pagar tanto arriendo, le comentó a su hermano, con quien estaba dejando la quincena navideña en el almacén de la marca de moda.
Ahora sí vamos a ganar las elecciones y todos mis amigos tendrán los mejores empleos. El año que viene no habrá un pueblo sin agua potable y bajaremos las facturas de energía que agobien el bolsillo de la gente, decía el candidato que aspiraba por tercera vez al mismo cargo de elección popular.
Como ellos, todos hacemos promesas para el año que viene. Algunas son ilusiones realizables transformadas en fantasías imposibles por falta de voluntad y determinación. Generalmente los deseos se quedan en declaraciones, votos y listas de acciones que volverán a seguir el ciclo anual de la irrealización. Vuelve y juega la misma ronda de iniciativas sin cumplir, cada que se aproxima el 31 de diciembre.
La esperanza es la ruta trazada por el mapa de nuestras propias incertidumbres. En medio de las dificultades, el deseo de superarlas es el mejor consejero de la motivación requerida para lograrlo. La inseguridad es una señal propia de no conocer el camino correcto y la indecisión se vuelve el destino, si no tenemos un recorrido claro rumbo a la consecución de nuestras metas.
La paz, la prosperidad, la salud, el bienestar y la satisfacción de nuestras necesidades inician el camino de su obtención a partir de la convicción que tenemos para imponernos sobre las dificultades, los miedos, la desidia, la frustración, el desinterés o el temor a los cambios. El año que viene planteará grandes incertidumbres y preocupaciones al tiempo que ofrecerá la oportunidad propicia para alcanzar aquello que estamos esperando hace mucho tiempo.
El país puede encontrar la fecha ideal para conducir el curso de la historia hacia capítulos felices si las decisiones personales procuran satisfacer intereses individuales, sin dañar las aspiraciones colectivas. Los deberes y las obligaciones encuentran su punto de equilibrio en el interés particular soportado por el beneficio común. Todos queremos que la situación mejore, pero no hacemos nada para mejorar la situación.
El año que viene es un tiempo de esperanza para la humanidad. Superaremos nuestros apuros, dejaremos atrás la insatisfacción y estaremos más cerca de vivir mejor, si emprendemos la causa de la realización. Soñar, planear y cumplir lo que prometemos será el legado reflexivo del año nuevo que viene.