La gente está brava en las redes sociales, en los chat de compañeros del colegio, en la calle, con los políticos que acaban de elegir, con los funcionarios, los médicos, etc.
Se necesita muy poco para crear tribus y barras, y ponerlas bravas, unas contra otras. En las redes sociales es fácil crear “barras bravas” sobre cualquier tema: sexo, corrupción, guerrilla, desigualdad, calentamiento global, el presidente, el manejo del COVID-19, o cualquier otro.
¿Este es el momento de más rabia del que tenemos memoria? ¿O fue 1968 y las manifestaciones contra Vietnam? ¿O el 9 de abril por el asesinato de Gaitán?
La indignación moral es la fuente más sentida de furia dicen Eric Lonegram y Marc Blyth en el libro Angrynomics, término que escogimos traducir como “berraconomía” (¿furianomia? ¿Rabionomía? eran buenos, pero menos “emberracantes”).
La actual furia se desató en el mundo por la muerte del señor George Floyd en Mineapolis, que desató la reacción del “Black lives matter”, “la vida de las personas negras importa”. Una frase de por sí difícil de digerir. ¿No es obvio acaso que la vida de cualquier ser humano importa? Pero admisible por los atropellos irracionales del que aún son objetos en muchos países. La rabia contra una injusticia evidente es la furia de nuestros mejores ángeles
Qué diría de nuestra sociedad si no nos indignáramos por Gaitán, Floyd o Vietnam.
Hay otra rabia más frecuente, la de los aficionados al fútbol. Se desata normalmente contra el equipo opositor, pero también contra los jugadores y el técnico del propio, si no juegan bien. Esta es la furia de nuestros peores demonios, inmoral y contraria.
Esta es la rabia tribalista, derivada de vivir una historia de escasez y pobreza. Periódicamente estábamos en guerras de supervivencia, con una bandera tribal.
Sabemos que la rabia motiva y moviliza a la gente, y los hace votar. De allí el abuso partidista de la rabia: destruir estatuas, quemar banderas, amenazar minorías, atacar edificios, entre otras.
La pregunta es cómo transformar positivamente el tribalismo en opciones serias de políticas que mejoren la vida diaria de la gente; y no solo agredan, intimiden y alimenten más rabia.
Se necesita valentía por parte de los que se opongan las formas tribalistas de rabia. Para defender que se puede: 1) Crecer para alimentar, vestir y dar energía y bienestar, pero con un planeta limpio. 2) Resolver la desigualdad rampante, sin esperanzas para los jóvenes, que nos puede volver disfuncionales a nivel global. 3) Solucionar la recesión económica, la incertidumbre, riesgo y miedo.
¿Pueden acaso los que diseñan políticas públicas derrotar los ataques políticos actuales contra los expertos? ¿La sensatez derrotará al populismo vociferante?
Se debe aceptar que a los expertos les (nos) faltan ideas suficientemente clarividentes y profundas sobre los tres temas que más enojan a la gente: desigualdad, contaminación y recesión. Esa ausencia de ideas se traduce en una ausencia de liderazgo. La crisis debe producir los nuevos liderazgos.
jcecheverry@gmail.com
* Ex ministro de Hacienda y Crédito Público