El béisbol colombiano va en ascenso. Cada año se firman más peloteros; se ha logrado mantener un promedio de 10 jugadores en Grandes Ligas; han aumentado los coaches y scouts en organizaciones de MLB. De eso nadie tiene duda. La pelota nacional es como un avión cuando ya tomó altura y está en pleno vuelo.
Sin embargo, aún está lejos de ser potencia. No se puede hablar de profundidad ni de cantidad en esta disciplina. Eso quedó demostrado tras la eliminación en primera ronda del Clásico Mundial.
Nos habíamos ilusionado con triunfos en otros torneos como la Serie del Caribe y campeonatos de categorías Sub 21 y Sub 23. Pero, como en cualquier deporte, las victorias en eventos tan cortos pueden ser circunstanciales. No te muestran el verdadero nivel.
Colombia tuvo bajas, es verdad. Pero otros equipos también. Fue todo en igualdad de condiciones. La diferencia es que esas novenas pudieron sustituir a esos peloteros con otros del mismo nivel, casi siempre de Grandes Ligas. Colombia no.
Y no solo en lo deportivo aún nos quedan millas por recorrer, también a nivel de organización. Otras selecciones empezaron a planificar – al menos eso se vio en redes sociales y a través de notas de prensa, algo que en Colombia no – desde casi un año antes todo lo relacionado al evento. No hablo de Venezuela ni República Dominicana, hay ejemplos claros como México y Nicaragua.
A pesar de todo eso, los muchachos se fajaron. Algunos no estuvieron en su mejor momento, a otros les salieron mejor las cosas. Es parte del béisbol. Actuaciones como las de los lanzadores jóvenes, enfrentando y dominando a estrellas de Las Mayores hacen pensar que el vuelo va bien. Pero por las turbulencias mostraron que falta trabajo por hacer. Es decir, provocaron un aterrizaje forzoso.