Paradoja: los libros son vasos comunicantes que nos trasladan a mundos insospechados, a tiempos desconocidos, a lugares que tal vez ya vimos, pero que no los vimos del mismo modo que lo hace el escritor. Nos revelan lo que nosotros quizás no nos atrevemos a escribir, o no sabemos cómo decir, pero que reescribimos con el autor que estamos leyendo en el silencio del universo.
Es una frase manida, pero que vale repetir ahora. Borges escribió “que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído”. Llevada al extremo de la ironía, la frase sirve de excusa que justifica la timidez para enfrentar la página en blanco, pero también el escape para simular que somos tan buenos escritores como Paul Auster o Ian McEwan. Somos capaces de atracarlos ficticiamente para robarles palabras, imágenes, sueños de los que nos apropiamos para guardarlos en el escondite de nuestro mundo imaginario. Por largas horas que no quería que terminaran, me figuré ser el hombre misterioso que Nicole Krauss buscaba entre las páginas de sus ancestros en La historia del amor. Y volví a soñar con ella en los montes de Israel la historia íntima de su judaísmo, la conjetura de que Kafka vivió un tiempo en Palestina, sus miedos atávicos en Tel Aviv, la crisis personal que dejó en Nueva York, en esa novela que resucita a Dante con solo ponerle una frase suya como título : En una selva oscura que es la que estamos atravesando en la vida. Me identifiqué luego con el investigador policíaco de la novela Terra Alta de Javier Cercas y recorrí campos de Cataluña en busca de los asesinos de unos ancianos dueños de una empresa de gráficas, al ritmo de una trama de atrocidades en las que muere además su mujer, para encontrarse al final solo con su pequeña hija.
Otra novela de Cercas, Soldados de Salamina, título de evocaciones griegas, me pareció más compacta en el tiempo de los últimos meses de la Guerra Civil española, que se desarrolla en la geografía campesina fronteriza con Francia. Moviéndose en el ensayo, Medio siglo con Borges de Mario Vargas Llosa trae una entrevista cautivante, como era todo lo que respondía Borges, seguida de varios artículos sugestivos de Vargas Llosa en diversos momentos de su prolífica carrera literaria. Uno queda tentado de inmiscuirse en la conversación para hacerle otras preguntas al poeta argentino ciego en la intimidad de su habitación donde transcurre la entrevista. Agua por todas partes del cubano Leonardo Padura es un valiente testimonio de cómo sobrevive un escritor en la Cuba de la revolución socialista, desafiando las cortapisas impuestas por el régimen a lo que más necesita un creador que es la libertad. Padura cuenta su historia y da pistas sobre algunas de sus obras más leídas. Me quedan por citar muchas otras lecturas que fueron un refugio en este año de la desolación pandémica que no va a ceder por ahora.