Vinícius Jr hace unos años era una promesa, un futbolista en formación. Un esperanzador proyecto, pero proyecto, al fin y al cabo. Cuando empezó a jugar en el Real Madrid dejó claro que no le iba a pesar la extraordinaria historia del multicampeón europeo. De inmediato expuso sus atributos: atrevimiento para pedir la pelota siempre, vocación encaradora, explosión en sus movimientos la mayor de las veces.

Pero también se les descubrían sus defectos: impericia técnica para la ejecución de las jugadas, imperfecciones para definir ante el arco rival, toma de decisiones equivocadas. Con unos y otros comenzó a tener continuidad en el equipo. Con unos y otros dividía las reacciones de la hinchada: elogios y reproches.

El Vinícius de hoy es otro, se ha ido transformando de jugador con condiciones a muy buen futbolista. Ha puesto de acuerdo su velocidad y espíritu transgresor con la buena toma de decisiones. Su desequilibrio individual con el gol, el de él, y el de sus compañeros. Hoy, física y mentalmente, luce fuerte para resistir y superar las marcas rivales dentro de la cancha y los despreciables insultos fuera de ella. De juego directo, no se intimida, ni siquiera con sus propios fallos.

No acude a demasiados amagues, su poder está en la potencia de su carrera y la seguridad de que el duelo es un gran problema para el que lo enfrenta, no para él. No le importa si en algunos pierde. Intenso, eléctrico, generoso en el esfuerzo. Siempre aumenta la carga de peligrosidad de los ataques del Madrid. Y es valiente para responder en los partidos de valor título.

La pierna izquierda, el juego aéreo, alguna pizca de individualismo que aún le queda, algunas reacciones que debe controlar, son, entre otras, algunas de las cosas para mejorar. Por ahora, lo disfrutamos con lo que está haciendo. Que es mucho y muy bueno.