En varias ocasiones he escuchado, incluso leído, argumentos contra Gabriel García Márquez, tildándolo de desagradecido con Aracataca, su tierra natal. Arguyen los malquerientes que el reconocido y galardonado escritor no hizo nada por su patria chica.

Cuando preguntamos las razones de ese supuesto desagradecimiento las respuestas siempre son inauditas: no hizo acueducto, no construyó escuelas, no trajo recursos, ni dio luz a su pueblo. Preciso, esta es una de las frases del célebre paseo vallenato denominado Aracataca espera, de Armando Zabaleta compuesto en 1974 e interpretado por Jorge Oñate. La pieza musical se hizo conocida bajo la premisa absurda de la presunta obligación por parte de los famosos o millonarios, de que debían resolver las obligaciones no cumplidas por el Estado.

La canción reclama de manera airada y pública la falta de solidaridad de Gabo con el terruño que lo vio nacer y en donde vivió hasta los ocho años al lado de sus abuelos. En donde bebió sus primeras letras y fantasmas, los mismos que esparció por su deslumbrante obra literaria.

El compositor Zabaleta escribió la canción de marras poco tiempo después de la publicación de Cien años de Soledad porque en buena parte del imaginario popular está la percepción de asistir al necesitado en nombre de los gobiernos. La canción reclama que... “el escritor está dejando caer la casa en donde nació”...

El reclamo habla de los premios que Gabo ganó en dólares y los donó a un movimiento político en Venezuela.

Qué paradoja, porque no es sino pisar Aracataca, en el corazón del departamento del Magdalena, para ver los nombres de la obra de nuestro Nobel flotando en el ambiente. Los colegios, las tiendas y las posadas han sido bautizados como ‘Remedios la bella’; ‘Melquiades’; ‘La Tienda de Catarino’ y otros tantos, tan numerosos como los Aurelianos.

Nada más esta semana que acaba de pasar fue inaugurada la inmensa biblioteca que lleva el nombre del Nobel de literatura. Y la Fundación de Periodistas Bolivarianos de América editó un hermoso texto escrito en inglés y español: Aracataca, la casa de Gabriel García Márquez. Se trata de una guía muy bien ilustrada por medio de la cual se ayuda a los visitantes internacionales y nacionales que llegan a conocer la casa donde Gabo vivió sus años de infancia. Se hace honor así a la semilla primigenia de la cual se alimentó el más querido de los escritores colombianos. Fue en esa casa del árbol de castaño en el patio en donde se le grabó en la memoria las historias contadas por su abuelo Nicolás Márquez, la abuela, las tías y la servidumbre indígena.

Cada año, el pueblo en donde el escritor nació en 1926, es visitado por miles de turistas, investigadores e intelectuales que mueven la economía del lugar. Los cataqueros, por su parte, sienten orgullo de su coterráneo y agradecimiento por lo que hizo.

Es seguro, segurísimo, que quienes critican a García Márquez no han leído sus obras. O si lo han hecho no se dieron cuenta de lo que significa en el universo cultural del mundo el buen nombre. Y eso es lo que tiene Aracataca, un municipio con un bien merecido punto en el mapamundi, gracias al hijo del telegrafista. Eso vale más, mucho más, que cien acueductos.