Este fin se semana recibí la visita de un amigo barranquillero-libanés residenciado en Panamá. Ya estando en el Istmo mandó unas fotos aéreas de nuestra ciudad tomadas por él. Imágenes del Metropolitano, del puente Pumarejo, de la vía 40, del malecón. Le dije: “Qué bueno que ya estés en casa”. Me contestó: “Mi casa es la de las fotos”. Con él estuvimos hablando de los centros comerciales, de los almacenes y negocios que hoy florecen en nuestra urbe. Justamente él se dedica a ello.
En medio de la conversación volví a tener la misma sensación que tenemos todos los que, por trabajo o estudio o radicación, tenemos que ir a y volver a esta Barranquilla del alma.
No es xenofobia. Es nostalgia de la bacanería, del bordillo, de la esquina, de la salsa, el mocasín blanco y las gafas RayBan. Tengo la certeza que el barranquillero ha vuelto a ser el de antes. El orgulloso de su ciudad, del Junior, de los escenarios deportivos, del malecón, de los parques, de Édgar Rentería, del ‘Pibe’, Valenciano y ‘Pachequito’, de Chelo de Castro, Édgar Perea y Fabio Poveda, de Joe Arroyo y Esthercita Forero, de su Carnaval y de su diciembre.
Esa sensación de ser, que antes nos endilgaban como hazañosos, ha recuperado su lugar en nuestro ADN impulsado por el trabajo de un alcalde que no se cansa de hacer como Álex Char y del cuido que todos estamos dando celosamente a la nueva Barranquilla que se construye, cual pincel celestial, para beneficio de todos.
No sólo es la ciudad material sino la ciudad de la gente que, a fuerza de ver realidades tangibles, ha hecho suya la nueva ciudad.
En Barranquilla no hay amores falsos, ni verdades a medias. Se quiere tanto al Junior que segundos equipos siempre desaparecieron. El Carnaval es único e indivisible porque no es sólo una fiesta sino una filosofía de vida.
Y Junior siempre será el pretexto para vivir a diario. Para festejar o para cabrearnos. Para aplaudir o para criticar. Por ello hoy, cuando el equipo del alma está vivo en Copa Suramericana y en Liga, sigo insistiendo en la reconciliación del hincha y su equipo. Que el promedio era de 3 mil aficionados y ya fueron casi 10 mil en el juego ante Tolima, pero aún estamos lejos de los 35 o 40 mil de antes.
Ya viene diciembre y con él las finales del fútbol colombiano que buenos recuerdos nos trae. Por tanto, al sonar de las Cuatro Fiestas y del buen fútbol que últimamente muestra el Junior, volvamos a reunirnos en el Metro. A una presencia masiva, a una sola voz, a una sola garganta, a un sólo apoyo 90 y pico de minutos, para poner lo que siempre ha puesto la hinchada. Ese apoyo incondicional que la convierte en el jugador #12...
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