He bajado del acostumbrado avión de Avianca. Aún resuena en mis oídos el himno nacional que han cantado nuestros compatriotas en los Campos Elíseos de la inolvidable París. Los colombianos aparecemos sin citarnos como las hormigas arrieras guiadas por el sentimiento.
Esta vez un joven de 22 años, dedicado, sacrificado, apoyado por su familia, ha citado a la tribu de camisetas amarillas de Colombia y del Tour. Se llama Egan Arley Bernal Gómez (hijo de Germán y Flor) nacido en Bogotá, pero criado en Zipaquirá, la tierra de sus padres.
Más allá de haber ganado el Tour de Francia, en una de las mejores carreras que se recuerden, Egan encarna la contra corriente a lo que es la vida de niños y jóvenes hoy. Sin dejarse llevar por la fiebre de los celulares, las tabletas y los juegos electrónicos se dedicó, con el apoyo irrestricto y disciplinado de sus progenitores, a cultivarse para ser un extraordinario ciclista.
En los dos últimos viajes, me ha tocado ver a niños, de no más de cuatro años, peleándose entre sí por jugar con el celular de sus padres durante la hora que dura el viaje Barranquilla-Bogotá. Los padres de Egan entendieron otra cosa. No bien observaron el amor de su hijo por la bicicleta, se dedicaron a ser su principal apoyo. Y miren en que va esa linda historia.
Egan hizo llorar a Colombia de emoción. No creo que haya existido excepción alguna. El hoy campeón del Tour encarna un deportista consagrado, aplicado y diferente. Tranquilo, denodado y mesurado. Aplicado con las órdenes de su equipo. Que había que ser gregario de Geraint Thomas y ahí estaba el gregario. Que ataca porque es la gran oportunidad y ahí está el que atacó y se coronó campeón.
Y algo que no olvidaremos jamás. El llanto que le salió de lo más hondo de su ser. La expresión “de quisiera llorar, pero me da pena” hasta que no pudo más y lloró como un deportista aficionado, que lo hace por su país.
Estamos frente a un campeón como los de antes. Con corazón y ganas. De esos amateurs que se jugaban la vida por Colombia. De esos que, por encima de cualquier cosa, tenían presente a su familia, a su barrio, a su ciudad y a su país.
Su saludo a Colombia en español, su agradecimiento a “la Italia” en italiano pues fue allí donde le abrieron las puertas considerándose como un italiano más, sus respuestas en inglés a la prensa internacional y su saludo a “la France” en francés le dieron otro aire a los agradecimientos de casi siempre.
Egan nos va seguir dando satisfacciones. Es un jovencito que sabe de dónde viene y para dónde va, pero, por encima de todo, encarna al colombiano buena persona, dedicado y luchador. Es un millennial, pero no se queda sentado en la consola de juegos todo el día. Es un millennial atlético, que se sienta sí, pero en su cicla para devorar kilómetros. Es un millennial distinto.