El hurto es una pandemia nacional. Y Barranquilla, por supuesto, no escapa al contagio. Así se desprende de las cifras oficiales de la Fiscalía y la Policía.
Como lo han destacado unos recientes informes de EL HERALDO y lo han mostrado los estudios sobre el Sistema Penal Acusatorio (SPA) del Observatorio de Justicia de la Secretaría del Interior de la Gobernación del Atlántico y la Fundación Protransparencia, realizados en 2016, 2017 y 2018, el hurto es el delito que más golpea al ciudadano barranquillero, sobresaliendo, en su orden, el de cualquier objeto o dinero y el de celulares. Acerca de este tema hablé en octubre del año pasado en el Taller Construyendo País del presidente Iván Duque, efectuado en Malambo.
De acuerdo con algunos de los autores del libro Antípodas de la violencia, se me ocurre afirmar que confrontar el hurto pasa por admitir la complejidad del fenómeno y por evitar el camino fácil de los determinismos coercitivo y económico. El primero ha pretendido reducir todo a una ampliación del pie de fuerza policial, cuando está demostrado que no es sumando más policías a cada cien mil habitantes lo que garantiza una ciudad segura. El segundo considera que la delincuencia será menor si disminuimos la pobreza, cuando también está probado que hay ciudades ricas con tasas delincuenciales más elevadas que las ciudades pobres.
En el caso de Barranquilla, y comoquiera que la mayoría de los atracos involucran a jóvenes, a mí me parece que es muy importante conocer qué está pasando con la juventud y qué debemos hacer para desincentivar la propensión al delito en ese sector de la población. Aquí tenemos un reto monumental.
Desde luego, se requiere un trabajo sostenido de las autoridades judiciales, policivas y administrativas, cuyas capacidades para enfrentar y derrotar el flagelo podrían aumentar si, a la vez, se jerarquizan mejor los esfuerzos. El Observatorio de Justicia ha recomendado, específicamente, que se estructuren unas unidades especializadas en hurto tanto en la Fiscalía como en la Policía. Es igualmente indispensable la creación de un equipo que se enfoque en hacerle inteligencia al hurto de celulares, pues alrededor de este se ha configurado una poderosa mafia –con conexiones transnacionales– que “exporta” estos aparatos a otros países de la región. Eso, aisladamente, no lo puede hacer ningún muchacho de barrio, que en este entramado sería algo así como el campesino cocalero que labora para los grandes y temibles capos que industrializan la hoja de coca.
La ciudadanía espera más eficacia del Estado en la lucha contra el hurto. Y le desagrada, por ejemplo, ver a tanto policía correteando a los vendedores callejeros para colgarles un comparendo, mientras los atracadores operan a sus anchas. Y, claro está, es esencialísimo que todo el SPA haga bien su tarea. Hoy es un sistema en crisis y el delito va en alza.
@HoracioBrieva