La diseminación mundial del COVID-19 ha obligado a muchos equipos de trabajo a activar los comités de crisis y frecuentar reuniones para evaluar la situación de salud pública que cambia vertiginosamente y elegir qué acciones implementar para ayudar a controlar y mitigar el impacto de la nueva epidemia. El denominador común en las que he asistido debido a mis ocupaciones, ha sido minimizar la gravedad de la amenaza viral con el argumento de que la enfermedad solo es mortal en los viejos. Escuchar esto de mis compañeros, me llevó a reflexionar acerca de lo que en salud significa ser adulto mayor, categoría equivalente al adjetivo social de “viejo”.

Lo primero que pensé fue que la Organización Mundial de la Salud clasifica a un ser humano como adulto mayor cuando alcanza los 60 años, cita a la cual me acerco con paso lento pero seguro. Después empecé a calcular el porcentaje de mis amigos que ya ostentan ese título,“desprestigiado” socialmente,y con algo de sorpresa acepté que por poco supera el 50%. Acto seguido busqué cuantos colombianos forman parte del club y me asusté al evidenciar que para este año 2020 se calcula serán cerca de 6 millones.

Con todas estas cifras en mi cabeza, pasé a imaginarme lo que esos adultos mayores, amigos y/o compatriotas,sentirían si se enteraran que algunos tomadores de decisiones,sin la clara intención de hacerles daño y casi de manera inconsciente, los rotularon como de menor valor o “descartables”, desconociéndoles que han sido sus trabajos, sus afectos y sus deseos de superación los que han forjado el presente tal como lo conocemos.

Estas ideas y prejuicios para con los viejos no surgen de la nada: son producto del modelo de sociedad que hemos construido. Una sociedad que da valor a la productividad y al consumo, donde la importancia de los recursos están puestos en los jóvenes y en los adultos que producen para gastar y con ello,dinamizar las economías. Está muy difundido en nuestros países la valoración negativa, desgraciada e irrespetuosa de la vejez. Esta exclusión que se hace de los viejos los llena de malestar y tristeza, condenándolos muchas veces a la soledad afectiva del que se sabe despreciado.

Con mucha facilidad se olvida que el envejecimiento es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable, en el que se dan cambios a nivel biológico, corporal, psicológico y social que se inicia en el mismo momento de la concepción y termina con la muerte. Nunca en la historia de la humanidad, las personas mayores de 60 años han hecho tantos aportes a la sociedad. Muchos, después de la mítica edad, continúan siendo el soporte económico y espiritual de sus familias, su comunidad local o la sociedad en general.

En lo personal, soy un afortunado por contar aún con los consejos y el amor de mis viejos padres, la amistad y el cariño de mis longevos amigos, y el afecto y confianza de mis suegros. Por ellos todo mi compromiso y disposición de aportar en esta lucha contra la COVID-19, pues no tengo un ápice de duda en que protegiéndolos a ellos les estoy enseñando con el ejemplo a las nuevas generaciones lo que deban hacer cuando, los adultos maduros de hoy, seamos los adultos mayores del mañana.

PD. #GraciasGraduandosUN: Su sacrificio de hoy nos permitirá seguir aprendiendo de nuestros mayores. A partir de hoy la sociedad cuenta con unos excelentes profesionales y unos mejores seres humanos. Felicitaciones.

@hmbaquero

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