Un jueves santo 17 de abril del 2014, se convirtió en un día triste de pasión, por la muerte del laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, en ciudad de México, a los 87 años de edad. El pasado 17 de abril se cumplió un aniversario más de la muerte de Gabo, domingo de Pascua. El más grande literato colombiano de toda la historia, el más premiado escritor latinoamericano, donde su obra maestra “Cien años de soledad” se convirtió después de El Quijote, en la más leída en el mundo entero.  

El diez de Diciembre de 1982 cuando recibió el Premio Nobel de la literatura, en Estocolmo, Suecia, la realeza Europea se cubrió de gloria, con Gabriel García Márquez y por supuesto con el vallenato de Poncho y Emilianito Zuleta, Colacho Mendoza y su amigo de parrandas Rafael Escalona Martínez, quienes lo acompañaron a recibir el preciado trofeo; ese día se inspiró El Maestro Escalona con “El vallenato Nobel” interpretada por los juglares Zuleta Díaz, en honor a su compinche parrandero y es que Gabo conocía y le gustaba el vallenato. Su última novela fue “Memoria de mis putas tristes”, publicada en el 2004.

Ese día el vocero de la Academia Sueca, Lars Gyllensten, su vocero expresó a renglón seguido que García Márquez había sido galardonado por sus “eminentes cualidades como escritor, como autor con talento suficiente para aunar la ficción y la realidad en obras palpitantes del arte literario, con un bagaje vivencial intenso de los destinos y de las circunstancias del hombre de su tiempo.” Después García Márquez dejó su discurso para la posteridad “La Soledad de América Latina”.  

“… en determinado punto de mi vida hago un balance. Y lo único que me sale sobrando es la fama. Yo quería ser escritor, un buen escritor que me leyeran, ser reconocido como un buen escritor, pero jamás conté con tanta fama, que es lo más incomodo del mundo, porque solo te sirve para que te jodan y te hagan entrevistas…y entonces me pregunto: ¿Que hago con tanta fama? ¡Coño! – Me dije- me la gasto en política, es decir la pongo al servicio de la revolución latinoamericana, mira: yo no tengo ni vocación, ni formación política. Soy de los que quisieran que ya la revolución hubiera triunfado en todo el mundo para solamente tener que pensar en la literatura, el arte y esas guevadas. Pero mientras vivamos en el mundo en que vivimos es un crimen no tener una participación política activa… ”

De esta manera jamás subordinó su compromiso con la literatura y con la poesía. No olvidemos que fruto de esos años fue su novela “El otoño del patriarca”, de pronto la única novela de denuncia, pero para muchos la más rica desde el punto de vista literario. 

Para Gabo la literatura y la política eran dos formas de aproximarse a la realidad. “la verdad parece ser que la literatura, el periodismo y la política se complementan, siempre que todos se mantengan a igual distancia de la vida real. Con la ventaja, a favor de la literatura, de que esta nos permite la expresión natural de sentimientos vitales como la compasión y la nostalgia, por ejemplo, y nos ayuda a resolver mejor esa dosis de escepticismo que nos viene dada con la vida, que se alimenta de ella, y a la cual no se resignan los políticos puros que le tienen miedo a su corazón”.

Y finalizo con esta joya del discurso de Gabo en Estocolmo en 1982: “América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrio, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental”. Gloria por siempre al más grande escritor que haya tenido Colombia en su historia. Flores amarillas, es el recuerdo perenne para la eternidad.