Salimos del sitio donde nos aplicaron la segunda dosis de Sinovac con el mismo entusiasmo con que salíamos de un diamante de béisbol o de una cancha de basquetbol después obtener un logro importante defendiendo los colores de la Universidad del Cauca en juegos universitarios, en los que participamos en los dos deportes. Hasta nos preguntamos si podíamos tomarnos una copa de vino para celebrar, tal era la emoción de haber logrado que nos vacunaran con las dos dosis de dicha vacuna, en especial, por los rumores que corrían acerca de poder acabarse el abastecimiento y no lograr la dosis completa.
Era comprensible mi regocijo y el de José Barriga después de haber hecho juntos el recorrido por los diversos sitios en donde podríamos conseguir que nos vacunaran, logrando más de una frustración al no lograr nuestro objetivo ni en el Romelio Martínez en dos ocasiones, ni en la Escuela Normal, ni en las respectivas EPS, ni en ningún link al que nos remitieron para que siquiera nos apuntaran en una lista de espera. Y eso que intercambiamos señas, como en los partidos de béisbol, tú llamas a estas direcciones, yo contacto estas, pilas con la lista de los parques donde están vacunando, nos hablamos en la noche. Él fue quien utilizó la palabra “odisea” para definir todo el proceso por el que pasamos, cual Ulises contemporáneos, tratando de regresar a nuestras respectivas Ítacas con la dosis doble de una vacuna que puede salvarnos después de una guerra de desinformación que supera con facilidad los 24 cantos de Homero en cuanto creatividad para inventar desde teorías conspirativas o implantación de chips en el cuerpo, hasta cambios genéticos que nos convertirán en seres humanos diferentes.
Pero no hemos cantado victoria, esta es apenas la semifinal, porque salieron un par de rivales que obligan a prepararnos mejor porque juegan con un estilo mortal ya que son capaces de burlar el efecto de los anticuerpos neutralizantes, que son los que se producen al contagiarse o al vacunarse. Tienen nombres peligrosos: Variantes 351 de Suráfrica y P1 de Brasil. Tienen fama de letales.
A pesar de estudios serios que dicen que la frecuencia de contagios para una persona después de recibir las dos dosis de las vacunas es de 0.05%, mejor hacemos la de Ulises, quien usó su metis, su inteligencia, para escapar de los designios de los dioses que le complicaban la vida porque lo querían joder; entonces, él se disfrazaba de muchas maneras, con máscaras y disfraces, y lograba burlarlos. Y si le hubiera tocado una peste como la nuestra, con toda seguridad se pondría su tapaboca para burlar esos sinos trágicos en forma de virus con enorme capacidad devastadora.
Así que, retomando los textos clásicos, tenemos que seguir con las mismas señas contra esos dos equipos: tapaboca, lavado de manos, a metro con todo el mundo y caleto en la casa, en la calle sólo está la mala hora.
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