Baste con mencionar un detalle de la punta del iceberg de la salud mental en Colombia para saber que al nuevo ministerio de salud le espera una labor titánica para atender uno de los principales déficits sanitarios que afrontamos como país y para lo cual no se vislumbra una solución en el corto plazo, la atención a la salud mental. Del 1 de enero de 2020 al 30 de junio de 2021 cometieron suicidio en Colombia, al menos, 3.672 personas –un promedio de 7 personas por día- por razones distintas a la pandemia por coronavirus. Es una cifra impactante, sobre todo si se tiene en cuenta que en este país eso es un subregistro, ya que un número considerable de casos no está en esas estadísticas oficiales.
Cuando uno se coloca la escafandra para ver lo que hay dentro del agua con el fin de entender ese tipo de cifras, asusta lo que se ve: por un lado, un país ignorante que considera que ir donde el psiquiatra es por estar loco; por otro lado, un sistema de salud que no ha mostrado eficacia para sanar una prioridad que es cada día más apabullante y no hay una estrategia estatal para afrontar semejante mal nacional que tiende a empeorar.
Para nadie es un secreto que la psiquiatría es la hija de menos madre en este país a la hora de repartir los presupuestos de apoyo a las diferentes especialidades, a lo cual tal vez contribuya que se trata de una especialidad cuya mayor demanda está representada en los medicamentos porque no se utilizan herramientas diagnósticas de las que se usan en otras especialidades, como laboratorios o exámenes de gabinete. Lo que tiene que ver con la psicoterapia, que debe ser administrada por psicólogos y por psiquiatras entrenados, es capítulo desconocido para la gran mayoría por los prejuicios que califican a ambos de manera peyorativa: los psicólogos son inocuos y los psiquiatras son pastilleros.
A esto hay que agregar que no hay políticas de parte de las EPS para afrontar tal fenómeno individual, familiar, social y económico, no les interesa. Así que nos queda el ministerio de salud para afrontar unas estadísticas que en una rápida mirada indican un empeoramiento del número de casos de ansiedad, depresión con sus ideas y actos suicidas, y otros trastornos mentales del mismo orden que congestionan las urgencias y sin que se visualicen prontas soluciones.
No se trata de aprovechar que el próximo ministerio de salud estará dirigido por una psiquiatra y que debería esperarse favoritismos o pedir limosnas para esta especialidad, se trata de poner el dedo en una llaga que conocemos los que estamos dentro del monstruo y que sabemos que no contamos con las EPS para el ejercicio de una medicina que se salga del ámbito hospitalario y se dedique a lo que debería hacerse en tal sentido, un programa de prevención basado en la educación a todos los niveles a manera de una proyección del ministerio hacia la comunidad, lo demás es paños de agua tibia o fingir demencia para no afrontar un fenómeno sobre el que no tenemos ningún control hasta ahora.
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