Eurípides me pellizcó como psiquiatra al mostrarme en esta tragedia que una mujer, una madre, es capaz de matar a sus hijos por la razón que ella considere válida. En su caso, se trató de una venganza porque Jasón la dejó tirada con dos hijos y se largó a casarse con Glauce, hija de Creonte, rey de Corinto. Fue despiadada: a Glauce le regaló una corona de oro y un peplo que le causaron la muerte al contacto y luego asesinó a sus dos hijos. En su huida hacia Atenas le grita a Jasón: ¡Oh, niños, cómo habéis perecido por la locura de vuestro padre! ¡Pero no los destruyó mi mano derecha. No, sino tu ultraje y tu reciente boda!

He leído o escuchado esto tantas veces en los titulares de noticieros y medios digitales, a nivel local y mundial, que agradezco al dramaturgo por hacerme aceptar esa realidad: una madre puede asesinar a su propio hijo o cometer acciones capaces de enfermarlo de alguna manera desde lo físico hasta lo psíquico. Hay hogares que son verdaderos campos de concentración con madres maltratadoras que llevan a sus hijos al límite entre la vida o la muerte, o hacerse daño de otras formas, como cortarse, drogarse, alcoholizarse, prostituirse; o de forma pasiva asumiendo que nunca podrán ser felices por ese horrible lunar en sus vidas.

Lo complejo de esto es que hay una creencia universal en que la madre es el símbolo del amor, el cuidado, la entrega hacia los hijos, incapaz de hacerles daño. La psiquiatría y psicología de la infancia han establecido los diagnósticos de multitrauma en la infancia y trastorno de estrés postraumático, todo aquello que queda en el cuerpo y en la mente después de haber sido victimizados, lo cual ha servido para descubrir verdaderas atrocidades cometidas por madres y acabar con ese mito romántico.

Lo que narran los niños en consulta es desgarrador, lleva al terapeuta a ser testigo del horror del niño que muestra, por un lado, su vulnerabilidad y, por el otro, la maldad o la patología del ser humano. El trastorno en el menor es directamente proporcional al daño infringido. Algo que es bueno aclarar. Un golpe dado por la madre es una herida que no cierra nunca, tiene el mismo equivalente de la negligencia, el abandono, la descalificación, el desamor.

Es algo que resulta difícil de comprender y aceptar para el ciudadano del común y también para las autoridades que legislan sobre la protección al menor, a nadie le cabe en la cabeza la existencia de estas Medeas contemporáneas que “asesinan” a sus hijos de diversas maneras y hacen de ellos enfermos para toda la vida, porque no hay pastilla ni terapia que borre las imágenes traumáticas del cerebro, la psicoterapia es para reconstruir ese ego despedazado. Lo mínimo que un terapeuta hace es tratar de evitar que el trauma se repita porque lo devuelve al mismo día en que ocurrió el maltrato inicial, también tiene nombre, se llama revictimización.

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