
¡Hurra!, ¡por fin!, ¡albricias!
Nací un martes de carnaval, o sea, la reencarnación de Joselito y, desde la infancia, mi cumpleaños ha coincidido en muchas ocasiones con el sábado y lo celebro donde me encuentre, y me disfrazo; me resulta significativa esa fecha, hace parte de mi propia vivencia y mitología cultural.
“No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio”. Esta es una de las famosas frases de Charles Darwin que se constituye en piedra angular de su teoría acerca de la evolución y que traigo a colación a partir de la tan esperada noticia de la Alcaldía de Barranquilla referente al aplazamiento de los carnavales de este año 2022 debido a la pandemia por Coronavirus y teniendo en cuenta las cifras que muestran el comportamiento del virus a nivel mundial y local. Aunque no me parece que poner una fecha tentativa en el corto plazo sea recomendable porque eso crea falsas expectativas y puede provocar una segunda frustración si hubiera que aplazarlo otra vez. No hay nada absolutamente predecible con este virus y no se puede estar adivinando el futuro con el corazón más que con la razón.
Inteligencia es lo que vamos a necesitar para adaptarnos al espíritu de estos tiempos y de lo que viene adelante. El aplazamiento del carnaval es un buen ejercicio para demostrarnos a nosotros mismos que somos suficientemente inteligentes para aplazar el principio del placer -el hedonismo en esos cuatro días-, y asumir una actitud racional que ponga la conservación de la vida y la salud por encima de cualquier cosa en este mundo. Entre otras razones, para poder disfrutar otros carnavales.
No va a pasar nada si se aplaza el carnaval, los únicos perjudicados serán los hacedores del carnaval y los que mueven su economía en esas fiestas, la venta informal. El resto de participantes somos espectadores y no tenemos ninguna disculpa para no celebrar las carnestolendas como se hacía antes: en la sala de la casa, o cuadrando con algún vecino o familiar para hacer la vaca y armar el sancocho, comprar la maizena y el ron. Pero, en este período de adaptación inteligente y evolución mental, debe ser mostrando carné de vacunación con esquema completo, libre de síntomas, tapabocas obligatorio y baile individual, no hay parejas, todos a la distancia exigida; cada quien con su vaso.
Nací un martes de carnaval, o sea, la reencarnación de Joselito y, desde la infancia, mi cumpleaños ha coincidido en muchas ocasiones con el sábado y lo celebro donde me encuentre, y me disfrazo; me resulta significativa esa fecha, hace parte de mi propia vivencia y mitología cultural. Y este lo celebraré en la fecha oficial con el mismo nivel de disfrute de los anteriores y la plena consciencia de estar rindiendo un homenaje a la vida y a la ciencia después de haber pasado por la experiencia del contagio y poder echar el cuento gracias a las vacunas.
Ante cualquier cambio en la vida hay dos opciones: o se sufre o se disfruta. Lo primero es fácil, sólo hay que quejarse y no hacer nada. Lo segundo es más difícil, requiere creatividad, inteligencia para comprender las razones del cambio, sabiduría para saber escoger entre lo que conserva la vida versus el desperdicio, adaptación a lo diferente como demostración de evolución y madurez como carnavaleros pensantes.
haroldomartinez@hotmail.com
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