Tirado en la cama en decúbito supino, o sea, boca arriba, cuello en posición neutra, mirada dirigida al cénit, miembros superiores extendidos pegados al tronco y con las palmas de las manos hacia abajo, como mandan los cánones de la medicina y como me pongo a repasar tratando de no pensar en esta realidad que debo explicarle a mi hija de 11 años, porque con los mayores (40 y 38) intercambiamos mensajes sobre muchas cosas, la realidad nacional, entre otras, para tener una aproximación a lo que nos sucede como país sin polarizaciones, sólo manejo de la información.

Veo pasar por los circuitos cerebrales la información referente a las teorías del desarrollo infantil para cometer el mínimo de errores, porque los voy a cometer, en su camino hacia la adolescencia y la adultez. Pasan en fila los estados del desarrollo psicosexual de Sigmund Freud y se me antoja que requiere un capítulo aparte por todo lo que está pasando a nivel nacional con las estadísticas absurdas sobre abuso sexual que aumentan cada día. Pasa Jean Piaget, con sus etapas del desarrollo psicomotriz y cognitivo, lo cual se acerca un poco más a lo que busco como explicación. Está en casi 12 años, una edad de transición de la etapa de las operaciones concretas a las operaciones formales; tiene el coeficiente de inteligencia suficiente para comprender realidades.

Así que, el siguiente teórico que desfila es Erik Erikson, con su teoría sobre el desarrollo psicosocial, lo cual ajusta exactamente con lo que quiero revisar para ilustrar a una menor sobre la realidad de su país. Desde el inicio de las etapas del desarrollo, hay una contradicción en el principio fundamental de su teoría, el Sentido de Confianza Básica, que se adquiere desde el nacimiento hasta el año y medio, consiste en la adquisición de un sentido de confianza básica al mismo tiempo que se supera un sentido de desconfianza básica. El niño disfruta de una sensación de comodidad física y emocional por los cuidados de los padres, también experiencia una sensación de temor y de incertidumbre, Si se resuelve bien, el niño podrá abrirse a nuevas experiencias; de lo contrario, será temeroso ante ellas y desarrollará un sentido básico de desconfianza.

Desde el día del nacimiento los padres intentan convencer a sus hijos a confiar en el otro como manera de vivir en comunidad. Sin embargo, más allá de todo el esfuerzo paterno, en nuestra realidad hay un país que no se corresponde con lo que se pretende enseñar en los hogares, un país cuyas instituciones más representativas mienten sin escrúpulos, una sociedad que se acostumbró a lo falso en todos los dominios, con adolescentes preparados para la oportunidad fácil, sin ninguna capacidad para la crítica o la autocrítica, el egoísmo social como bandera.

Me duele decirle a diario que no puede confiar en nadie en este país, excepto en sus padres, y que Erikson tenga clemencia.

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