Ojalá fuera una simple enumeración del alfabeto griego para jugar a armar palabras en un lenguaje desconocido con las curiosas grafías de esas letras. Pero, infortunadamente, se han usado esas letras para poder seguir registrando las variantes del Coronavirus que se multiplican de manera incontenible. Es así como se ha organizado un grupo muy particular de colaboración entre las agencias nacionales de salud para estudiar la rápida caracterización de las nuevas variantes y monitorear su impacto en las comunidades. Se llama Grupo entre agencias por el SARS-CoV-2.
En los Estados Unidos hay un amplio paraguas de clasificación de las variantes que comúnmente detectan en su territorio y que permiten una generalización por el número de habitantes con o sin vacunación total: Variante bajo monitoreo, para aquellas variantes conocidas con claro impacto pero que circulan a niveles bajos. Variante de interés, con marcadores genéticos específicos que permiten predecir transmisión, diagnóstico y tratamientos; evidencia de un aumento en la proporción de casos. Variante de preocupación, evidencia de mayor transmisibilidad, mayor gravedad, menor efectividad de los tratamientos o la vacunación. Variante con graves consecuencias, muestran una clara evidencia de que las medidas de prevención o las médicas paliativas han reducido significativamente la efectividad con respecto a las variantes previas.
No creo que por estos lares tengamos tal nivel de cientifismo en el estudio de esta pandemia que nos permita comprender mejor la situación al interior de nuestro país. Nuestros organismos de investigación se nutren de esta información, pero no creo que tengamos el número de personal y herramientas para una tarea colosal. El nivel de desinformación que manejamos no nos da para pensar en la complejidad de este fenómeno viral que nos tiene encerrados y bajo amenaza de un probable cuarto pico de contagio y enfermedad pero, para no sentirnos mal, recurrimos al mecanismo nacional de la negación para aparentar que no está pasando nada y mejor nos ocupamos del próximo partido de la selección, el armado del arbolito de navidad o los carnavales.
Además de negadores, somos sordos y disléxicos. No escuchamos lo que nos dicen las autoridades de salud –cuando lo dicen-, ni sabemos leer cosa distinta a una pelea entre reguetoneros, en una demostración de inconsciencia social difícil de entender.
Hago un esfuerzo diario para no llamar la atención a la gran cantidad de transeúntes que pasan sin el tapabocas, lo que sí hago es taparme la cara en un gesto visible para esa persona a ver si pone a funcionar las neuronas y se da cuenta de su irresponsabilidad.
Las predicciones acerca de un posible cuarto pico de la pandemia por Coronavirus son reales y pueden tener alto impacto entre nosotros por ese comportamiento que da para un diagnóstico de deficiencia mental social.
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