Es pertinente hacer una aclaración del trabajo que desempeña cada uno, sobre todo ahora que se discute lo de la reforma a la salud y, en especial, lo que debería esperarse para la salud mental, la más desamparada de todas las ramas de la medicina en este país.

Básicamente, un aspirante a psicólogo estudia 5 años de carrera básica, hace un año de práctica y es psicólogo con capacidad para ejercer la profesión; en adelante, decide si se especializa o no. Por su parte, el aspirante a psiquiatra hace 5 años de medicina, un año de internado, un año de rural y luego 3 años más para ser psiquiatra; en adelante, decide hacer una subespecialidad que implica como mínimo 2 años más.

La enfermedad mental se aborda desde dos perspectivas que deben ser complementarias. Por un lado, está la medicación, que es dominio de psiquiatras; por el otro, está la psicoterapia que podrían hacer los dos siempre y cuando se especialicen en esa disciplina. Un psicólogo y un psiquiatra básicos no están preparados para hacer psicoterapia, es decir el proceso en el cual se le brinda al paciente un espacio clínico para que pueda comprender y resolver las razones de su padecimiento a través de la palabra.

Es tal la ignorancia que muchos médicos caen en el error de no remitir donde el psiquiatra porque van a terminar peor por los medicamentos que prescriben por sus efectos colaterales. Así mismo, se han creado mitos acerca de la dependencia de los pacientes a los mismos y, por tanto, ir con el psiquiatra implica un temor peor que a la enfermedad misma. La razón por la que las personas se vuelven adictas a medicamentos es el desorden en que los toman, porque le hacen más caso al vecino que a quien prescribe.

El panorama de la salud mental es muy complejo a nivel nacional, empezando por la cantidad de psicólogos y psiquiatras disponibles para atender una población que cada día está más enferma y necesita cuidados intensivos. En este momento cobra mayor interés la atención a la población infanto juvenil que se ha disparado de tal manera que es insuficiente el reducido número de psiquiatras infantiles en el país ante el número desproporcionado de consultas a diario, todos los centros de atención a esta población están saturados.

La mejor forma de arreglar esta situación es iniciar un proceso nacional de psicoeducación, desde la presidencia y los organismos que deciden las políticas de salud, con el fin de ubicar a cada colombiano en lo que es la salud mental y lo que debe hacer cada miembro del equipo de atención a esta población vulnerable que espera grandes decisiones en la reforma que se está discutiendo.