El suicidio es una medida extrema de escape o salida de una situación vital que causa tal malestar a la persona que la lleva al precipicio de la decisión fatal. Existe en cada individuo una razón para vivir y otra para no existir dependiendo de las circunstancias de la vida de cada quien. Es una acción individual con repercusión social y de una extraordinaria complejidad y multicausalidad.

Cuando se habla del suicidio en niños, adolescentes y adultos jóvenes nos referimos a una población vulnerable y con pocos recursos psicológicos o herramientas para afrontar situaciones traumáticas. Las edades entre 15 y 29 años tienen los registros más altos a nivel universal y es evidente el aumento progresivo del número de casos, registros que llaman la atención en la ciudad por la frecuencia con que se viene presentando el suicidio en este grupo etario.

No conozco una estadística oficial de la región o del país que refleje el drama de estos chicos y sus familias, hablo desde la experiencia en los sitios de trabajo y en la consulta particular.

Sorprende la mención de la muerte o la fantasía de morir en menores de 8 años. Menciono esa edad porque biológicamente era cuando los seres humanos teníamos consciencia de la irreversibilidad de la muerte, concepto que debe ser cambiado porque he tenido que dar explicaciones a niños de menos años con claro conocimiento de lo que dicen, algo de lo cual se enteran en las tiras cómicas. Lo creo porque lo veo, conozco casi todas las tiras cómicas actuales y la palabra muerte se menciona como cosa natural dentro de las series. En el otro extremo de la edad mencionada está la concepción de la vida y la muerte desde el punto de vista filosófico, en el que la “inexistencia” es una forma de ser y estar.

En el medio están cualquier cantidad de factores individuales, familiares y sociales de los que nadie quiere hablar porque aparecen dos elementos preocupantes en el común denominador: el desamor y la ruptura de la estructura familiar tradicional. Resulta doloroso para uno como terapeuta escuchar a un niño o adolescente preguntar por el significado de la palabra amor y lo que se supone deberían ser las manifestaciones afectivas de los padres hacia ellos. En muchos casos es lo que subyace en la mente de los que se cortan. Cada corte es una forma de “controlar” ese dolor.

Me han sorprendido también chicos y chicas desesperados por irse de la ciudad a estudiar su carrera en otro sitio en busca de aquello que encuentran en los libros y quisieran disfrutar porque aquí no lo encuentran, una exposición de arte, un concierto de algo diferente al reguetón, un espacio en el que se pueda conversar de algo distinto al equipo de la ciudad, el carnaval y el “espantajopismo”, sin ser sometidos a la burla de los otros.

Ese es el panorama que veo en la ciudad desde la perspectiva de los que rumian la posibilidad de morir.

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