La selección de fútbol de Colombia sigue siendo una buena metáfora para explicarnos cómo somos los habitantes de este país, y como ejemplo innegable está el último partido contra Argentina que terminó empatado a 2 goles después de una alta dosis de sufrimiento del resto del país, que es el equivalente del sufrimiento nacional, una fotocopia de cómo sentimos y actuamos como colombianos.

El 2 a 0 en contra antes de llegar a los primeros 10 minutos de iniciado el partido, algo inimaginable, pareció esos decretos que nos estallan en la cara el día menos pensado y en las peores condiciones económicas o sociales del país y nos llevan a pelear entre nosotros, como hicieron Juan Guillermo Cuadrado y Davinson Sánchez, cada uno en su verdad culpando al otro, a unos niveles de agresividad que tuvo que intervenir Yerry Mina a separarlos a la distancia de sus largos brazos para evitar que se golpearan. Doloroso espectáculo entre hermanos en pos de la misma causa, pero sin claridad en el camino o el origen de su problema mutuo, fenómeno que se magnifica en los enfrentamientos entre colombianos en pos de la misma causa de la paz, que está en uno de sus peores momentos por una serie interminable de razones.

Mientras encontramos el modo y nos organizamos para equilibrar las cosas y dejar de sufrir, vamos en el caos que nos dicten las circunstancias porque no hay una organización que pueda contener tal cantidad de problemas al mismo tiempo. En la vida nacional como en nuestro fútbol perseguimos la paz porque es lo único que puede salvarnos del desastre, dando tumbos, recriminándonos, señalando al otro, a ciegas por falta de dirección; así, nuestros jugadores perseguían el balón de igual manera, en un desgaste mayor que el proyectado ante un equipo tan fuerte.

En el momento de mayor caos, el timonel del equipo, Reinaldo Rueda, hace un cambio táctico de la marcación a la creatividad y hace ingresar a Luis Fernando Muriel, quien recupera el balón desde nuestra defensa y lo lleva hasta el arco contrario en una misión de buscar unirse con otros y dejar de correr tras el balón. Para el segundo tiempo y perdiendo, el señor Rueda demuestra su liderazgo y conocimiento de su país futbolero al hacer tres cambios que obligó a los argentinos a poner cinco hombres en la defensa, maniobra que nos funcionó para empatar el partido.

Infortunadamente, en el país macro no se ve ese tipo de líder que sea capaz de aglutinar todas las tendencias en un solo pensamiento nacional equilibrado, sano, conveniente para todas las partes, porque los discursos son una lucha de egos políticos y desacuerdos de todo tipo con pocos o ningún punto común. Así es muy difícil organizar el equipo para ganar.

La base de la selección para la paz está próxima a emitir su concepto y elegir el técnico que nos dirija hacia el campeonato de la vida que estamos necesitando todos. Cuidado con un autogol.

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