La emoción que genera ver una película producida en Colombia en el prestigioso Festival de Cannes no tiene nombre, y en este caso, a pesar del ritmo pausado que caracteriza al director de Memoria, Apichatpong Weerasethakul, la agitación no se calma.

Así resulta la experiencia de esta película cuya primera introducción es a base de sonidos especiales que no sabemos con exactitud de qué se tratan, pero que con facilidad podrían asociarse con una explosión o una bomba. También se prenden al unísono las alarmas de varios carros y, así como se inician, se van apagando una por una, sin que nada especial suceda, como suele ser el caso de las calmadas pero intensas películas de este director.

Cuando vi por primera vez Uncle Boom Who Can Recall His Past Lives (2010), película que ganó la Palma de Oro y que lo consagró como autor en el prestigioso festival, no lograba entender el concepto detrás de su obra. Solo tiempo después, al contemplar sus videos expuestos en el MOMA de Nueva York, percibí el cruce vital que tiene con el video arte, que no requiere buscar más explicaciones.

Por ello, el guion puede resultar muy básico, dejando que lo simple se torne complejo a través de la prolongada exposición a un objeto, a una imagen o un sonido en este caso. Solo así podremos darle tantos vuelcos como sea necesario o conveniente, a juicio del espectador.

Jessica, la protagonista interpretada por Tilda Swinton, es una mujer viuda que vive en Medellín y se encuentra de paso por Bogotá, visitando a su hermana enferma internada en un hospital. Poco a poco nos damos cuenta de que quien oye las explosiones es ella y aparentemente nadie más. Cada explosión va seguida de un largo e intenso silencio que nos permite especular.

En el hospital se encuentra con su cuñado, Juan (Daniel Gimenez Cacho), un médico que escribe poesía sobre las bacterias y virus, y luego la vemos con un músico en su estudio, Hernán (Juan Pablo Urrego), a quien visita con la intención de reproducir ese extraño sonido que solo ella escucha. Se encuentra también con una arqueóloga, Agnes (Jeanne Balibar) que estudia restos humanos encontrados en una construcción de un túnel.

Este año, cuando el festival se centra en el tema ecológico y del medio ambiente, encontramos que la película muestra una fuerte conexión con lo terrenal. Es más, una de las descripciones que hace Jessica del sonido que oye, es que viene del centro de la tierra.

Pero también hay algo extraterrestre, esotérico, metafísico e irónico, que nos abre el camino para pensar en otro mar de posibilidades. Lo importante aquí, al igual que en Uncle Boom, es no tratar de buscar lo que no vamos a encontrar. Más bien se trata de absorber la experiencia, deleitarse con la imagen o con el sonido y abrir espacio a la imaginación, que es lo que sucede cuando la protagonista se encuentra en la selva con un pescador (Elkin Díaz) que se cuida de lo que mira para proteger su memoria.