La ópera prima de la directora francesa Cherlène Favier, Al límite, cuyo título original es Slalom, está basada en observaciones propias cuando de joven practicaba el deporte, y tiene que ver con la abusiva relación que puede presentarse entre deportista y entrenador.
Hay dos factores que por lo general se manejan en el ámbito laboral en general. Uno es la cuestión de poder, que se manifiesta a nivel de quien tiene la posición privilegiada, en este caso el entrenador, y otro es la dependencia de la víctima, el eslabón débil de la cadena, quien por lo general presenta una situación familiar disfuncional.
Lyz (Noée Abita) es una joven de 15 años apasionada con el esquí alpino, quien acaba de ser aceptada en la prestigiosa escuela deportiva del Lycée de Bourg-Saint-Maurice en los Alpes franceses. Allí se ubica en el grupo a cargo de Fred (Jérémie Renier), un excampeón y ahora reconocido entrenador, obsesionado por llevar a sus estudiantes a los concursos nacionales.
Pronto Fred se da cuenta del talento de Lyz, pero también de su vulnerabilidad, y ésta a su vez percibe la preferencia manifiesta de su entrenador, quien decide apostar todo por la nueva integrante.
Como cualquier joven de su edad, Lyz se deslumbra por el tratamiento especial que le otorga Fred, y se entrega a la labor en cuerpo y alma. En él no solo ve al maestro sino a la figura paterna -o materna- de la que ella carece. Su madre divorciada ha conseguido una nueva pareja y un nuevo trabajo en otra localidad, y el desamparo empieza a afectar su rendimiento escolar.
Lyz queda cada vez más expuesta a la dependencia de Fred, tanto física como emocionalmente, y los límites de su privacidad se van desvaneciendo ante las nuevas circunstancias.
El tono del lenguaje con el que Fred se dirige a ella fluctúa entre la reprimenda y el beneplácito, hecho que mientras en ella puede crear confusión, en él se percibe como una táctica establecida para lograr la conquista.
La situación se torna cada vez más claustrofóbica. Las compañeras de Lyz la empiezan a aislar también, lo que la acerca aún más al entrenador; por ello vemos que se refugia en la práctica obsesiva, que le sirve de exorcismo y redención.
La cámara de Yann Maritaud, que capta los hermosos descensos en la nieve y el cielo abierto, sirven de respiro ante la angustia que sentimos mientras penetramos el personaje de Lyz y su tóxica relación.
Aunque la situación la conocemos, la manera como Favier la expone le otorga cierta particularidad cuyo desenlace abierto muestra el callejón sin salida en que se encuentran las víctimas. Por fortuna cada vez las denuncias se hacen más públicas, y películas como esta sirven para crear conciencia al respecto, ilustrando la cantidad de variables a considerar en casos como el de Lyz.
La película hizo parte de la selección de Cannes en 2020, y recibió varias nominaciones y premios. Se presenta en teatros y plataformas digitales.