La nueva película del director chino Hu Guan, ganadora del Premio Un Certain Regard, se centra en la vida de Lang (Eddie Peng), un joven de 28 años que, tras haber pasado un tiempo en prisión, regresa a su pueblo natal cerca del desierto de Gobi, en el noroeste de China. Al llegar, se encuentra con una situación típica de la China moderna: la ciudad está en decadencia y ha sido invadida por una manada de perros callejeros. Para llevar a cabo la reconstrucción que propone el gobierno, se deben tomar varias medidas, entre ellas la formación de una brigada de recogedores de perros, a la cual Lang se une.

Lang enfrenta varias dificultades a su regreso. No es bien recibido por los vecinos, quienes lo consideran culpable de un crimen, y los mafiosos relacionados con el fallecido buscan venganza, mientras la policía exige que se presente periódicamente para control. Su padre alcohólico, de quien se ha distanciado durante mucho tiempo, está enfermo y cercano a la muerte.

El solitario Lang, a quien vemos conectarse con Grape (Tong Liya), una actriz de espíritu libre con quien parece que podría desarrollar una relación, termina acercándose más a uno de los perros, el de color negro que da título a la película y que se cree tiene rabia. A pesar de la recompensa ofrecida por su captura, Lang decide quedarse con él, convirtiéndolo en su único amigo fiel dentro del entorno hostil.

Son pocas las palabras que oímos de la boca de Lang, y nos enteramos vagamente de su pasado como cantante de rock y motociclista de circo. Sin embargo, más que su pasado, son sus silencios los que añaden un tono melancólico a esta historia de un pueblo en vías de extinción.

La narración se sitúa en la época previa a las Olimpiadas de Beijing de 2008, cuando China se esforzaba por mostrar una gran imagen al mundo. La transformación de esta región forma parte de esos planes: el zoológico debe cerrar, los perros deben desaparecer y los habitantes deben ser relocalizados a la fuerza.

Black Dog es un filme bello y conmovedor que, con pocas palabras, revela un drama personal mientras refleja una compleja situación social que afecta a muchas comunidades del país. Contrario a sus grandes producciones anteriores, en esta ocasión el director construye una fábula artística que mezcla el drama con toques de western, y toma como personaje central a un antihéroe cuya excelente actuación captura la sensibilidad de la audiencia.

La fotografía de Gao Weizhe, con sus cielos desaturados, contribuye al tono melancólico de la película.