El drama próximo por estrenar, Estafadoras de Wall Street, protagonizado por Jennifer López y que puede ser el que le otorgue su primera nominación para los premios Oscar, es una historia cruel y triste, a pesar del glamur y la diversión que pueda aparentar.

Está inspirada en hechos reales relatados en un artículo de Jessica Pressler aparecido en 2015 en el New York Magazine. La cinta describe lo sucedido a un grupo de mujeres que trabajaban en un bar de strippers en Manhattan, que cuando la clientela baja se ingenian un esquema para atraer, drogar y estafar clientes del mundo de Wall Street, y así cubrir lo necesario para su supervivencia.

Dirigida por Lorene Scafaria, conocida por Una Madre Indiscreta (2016), Estafadoras de Wall Street toma una aproximación tangencial y diferente ante ese mundo donde el poder y el dinero se mezclan con el sexo, no necesariamente por placer. En este caso la perspectiva femenina expone temas como la diferencia de clases, la moral, la codicia y la amistad vistos de manera más realista a la que hemos divisado en las películas de gánsteres.

Los nombres han sido cambiados. La que relata los acontecimientos a una periodista llamada Elizabeth (Julia Stiles) es Destiny (Constance Wu), quien vive con su abuela en Queens y no encuentra otro medio de sustento que entrar a trabajar como bailarina a uno de estos establecimientos. Allí conoce a la exuberante Ramona (Jennifer López), más veterana y conocedora del medio, quien la acoge y se convierte en su líder y protectora.

Ramona muestra una personalidad cruda y contradictoria. Al tiempo que se la ve gentil con Destiny y otras de sus compañeras como Anabelle (Lili Reinhart) y Mercedes (Keke Palmer), es ruda y falta de escrúpulos cuando de conseguir clientela se trata. No es preciso decirlo, su existencia ha sido cruel, es madre soltera y hay que hacer lo que toque para sobrevivir.

Cuando por error termina embarazada, Destiny se retira un tiempo del establecimiento, pero se ve forzada a volver cuando se encuentra sin medios de mantener a su hija. Es allí cuando reencuentra a Ramona con su nueva estrategia para captar la clientela que han perdido después de la crisis financiera.

Destiny no tiene tiempo para moralismos ni dudas. La situación económica apremia, y los argumentos de Ramona pueden ser ciertos y justificables. Después de todo, estos hombres ricos, dependiendo del ángulo que se lo mire, pueden estar haciendo lo mismo que ellas, aunque tengan más visos de legalidad.

El guion, aunque a ratos repetitivos, está manejado de manera inteligente, y a la vez que entretiene, nos deja reflexionando. Para mujeres como Ramona y Destiny no es divertido hacer lo que hacen, pero en ese mundo cruel que las rodea no hay más opciones. Por algo casos como este los vemos con distintos matices tanto en las altas esferas de la política como en el bajo mundo, donde las evidencias se esconden y el sexo se presta para todo tipo de manipulaciones y extorsiones.