Por el despeñadero
El 20 de julio fue el campanazo para la carrera de 2022, sin candidatos claros, sin partidos y con una oposición confundida y egoísta. Seguimos por el despeñadero, con más explosiones sociales, violencia y autoritarismo. Los electores tienen la opción de evitarlo.
A propósito del 20 de julio, en redes circula: “Un presidente que tiene el 78% de desaprobación fue ovacionado por unos congresistas con el 85% de desaprobación”. Esta frase resume muy bien una escena política cantinflesca. El presidente adelantó su discurso de salida de 2022, pregonando que su gobierno ha sido el mejor de toda la historia de la República; cosa que ni sus amigos creerían. Pocas veces tenemos la oportunidad de escuchar tantas mentiras juntas y con tanto cinismo. El escenario fue una representación circense de congresistas que ovacionaban al presidente, burlándose descaradamente, en un acto de desprecio e indolencia, del 60% de la población que vive uno de sus peores momentos sociales.
Las amenazas a la expresión social y el miedo reflejado en el discurso dejan entrever que la sola idea de perder el poder en el 2022 obnubila y une a las élites, políticos y partidos, llevándolos a anteponer la defensa de su poder a la búsqueda de un consenso nacional.
Para el gobierno no ha pasado nada, todos están bien y reciben un trato digno, apoyo, tierras, buenos ingresos, educación, salud y vacunación oportuna. Los únicos malos son unos vándalos que quieren destruir el país, como si las élites no lo estuviesen hipotecando, saqueando, manoseando y destruyendo para las mayorías. En realidad, no podíamos esperar nada diferente del peor gobierno que pueda registrar nuestra historia. Ni siquiera en los peores momentos de guerras y corrupción se había escuchado a un seudo gobernante mentir tan irresponsablemente. Tampoco esperábamos que, junto con congresistas y partidos, se irrespetase la institucionalidad que tanto se dice defender, al no cumplir la ley que exige escuchar a la oposición, ni que se irrespetasen los compromisos adquiridos entre las bancadas para la elección de las mesas directivas del Congreso. Si se tiene la capacidad de mentir e incumplir a sus iguales, qué puede esperar la ciudadanía. Por esta vía la democracia terminará sucumbiendo antes de tiempo. Si este gobierno es el reflejo de la institucionalidad al servicio de pequeños grupos de interés, entonces la tarea de transformar dicha institucionalidad se hace imperiosa. La aclamación de la mayoría del Congreso al gobierno es un mecanismo de defensa de los partidos para esquivar su responsabilidad, no atender los reclamos sociales y regodearse con el abuso del poder. No se vislumbra algo bueno para el 2022.
El discurso del presidente, como mensajero, no estuvo dirigido a los colombianos sino a sus amigos, para promover la unidad en torno al poder en perspectiva al 2022. Los partidos de gobierno, y otros tantos, hoy perderían las elecciones. Por otro lado, la izquierda y los grupos independientes y de centro facilitan la celada que, en su contra, fabrican sus adversarios de derecha. Todos han desvalorizado la política, sojuzgando nuestra democracia y arruinando aún más a los colombianos.
El 20 de julio fue el campanazo para la carrera de 2022, sin candidatos claros, sin partidos y con una oposición confundida y egoísta. Seguimos por el despeñadero, con más explosiones sociales, violencia y autoritarismo. Los electores tienen la opción de evitarlo.
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