Con el surgimiento del voto, en el mundo, emergen normas y reglas de conducta electoral. Y como toda conducta humana está condicionada y afectada por muchos factores. Los ciudadanos tienen diversos móviles para votar o abstenerse y, cuando se está decidiendo, siempre existe la posibilidad de cambiar de una elección a otra. En Estados Unidos, un país con plena libertad y garantías para votar, la política siempre había consolidado la mayoritaria clase media que daba estabilidad al sistema político; pero estas elecciones están afectadas por el miedo a algo (racismo, abuso policial, deportación, pandemia) o la recompensa (nacionalismo, empleo).

Las encuestas realizadas en Estados Unidos indican que la intención de voto de los ciudadanos está claramente inclinada a favor del candidato demócrata Joe Biden; y las que favorecen a Trump, indican un empate técnico. Al parecer la mayoría de los jóvenes y las llamadas minorías étnicas no respaldan al actual presidente, identificándolo como proclive a sectores fundamentalistas o extremistas blancos. Pero Biden requiere ganar o avanzar electoralmente allí donde tradicionalmente son fuertes los republicanos. Es importante que el resultado a favor de cualquiera de los dos sea amplio; particularmente para Biden que está por fuera del poder, frente a un presidente que aspira a su reelección y manifestado que no reconocería una derrota.

Los demócratas ganaron recientemente la mayoría en la Cámara y vienen en una sólida recuperación de la unidad del partido, gracias a una candidatura liberal que da tranquilidad a quienes temen equivocarse. Todo indicaría que Biden obtendría la mayoría; sin embargo, Trump podría estar movilizando electores silenciosos o vergonzantes que, a última hora, comprometerían la elección demócrata. Hasta este momento se han expresado cerca de 90 millones de electores y al parecer le dan ventaja a Biden. Si el martes se incrementa la votación total, particularmente de jóvenes y latinos, rompiendo una prologada abstención, el presidente perdería su reelección. Igualmente, Biden podría ganar si moviliza a su favor dos o tres estados en donde Trump ha perdido popularidad por su catastrófica gestión.

La intensidad de la campaña y la sensación de que todo está en juego, en riesgo o en crisis, favorecería una alta participación, dado que numerosos ciudadanos pueden percibir su participación como decisiva y muy importante. El tono de la campaña en medio de la extensión de la pandemia, el racismo, las protestas, las posturas opuestas sobre lo ambiental y la abierta confrontación nacional, siguen poniendo en alto riesgo la hegemonía mundial de los Estados Unidos. China emerge como el fantasma que acosa a Estados Unidos, pero en realidad su problema es interno. Los imperios se derrumban cuando se descomponen por dentro.

Si las elecciones fuesen lógicas, Biden ganaría con el voto popular y el voto de los grandes electores. Su triunfo, así como el restablecimiento de la democracia en Bolivia y el SÍ en Chile por una nueva Constitución, ayudaría a contener el envalentonamiento autoritario en ascenso en América Latina, incluida Colombia.