
Las Olimpiadas
Las olimpiadas nos han permitido ver grandes hazañas deportivas como el record de la atleta Yulimar Rojas, eso nos recuerda que es posible cambiar la historia e imponer un sello propio; otras acciones transformadoras son las deportistas que decidieron asumir todas las sanciones que se generaran por negarse a usar – bikinis – y cambiarlos por pantalonetas que no exhibieran sus cuerpos y les evitara las incomodidades generadas por las prendas sexistas que les obligan a portar.
Inicio esta columna afirmando que – El deporte no es un juego – por ello, es importante reflexionar respecto a la falta de apoyo a todas las disciplinas deportivas y la pertinencia de darle fuerza desde las políticas públicas; es claro que el deporte genera disciplina, fortalece valores y establece proyectos de vida con propósitos.
En estas olimpiadas hemos visto la grandeza de quienes aún sin obtener medallas celebran como propio el triunfo de sus compañeros o compañeras, quienes han decidido compartir la medalla de oro en un acto de generosidad inspirador, también hemos aprendido que caerse no implica perder si se tiene una visión ganadora, que las pausas son necesarias para respirar y calmar las crisis de ansiedad para luego retornar y ganar una medalla, ya no vemos solo vallecaucanos, paisas o bogotanos compitiendo sino a Guajiros y deportistas de las regiones (periféricas y pobres) del país, deportistas que asumen los sacrificios y desafíos extremos sin arrugarse de miedo o detener su marcha, eso es admirable y motiva a que sigamos luchando por conquistar nuestros sueños.
Las olimpiadas nos han permitido ver grandes hazañas deportivas como el record de la atleta Yulimar Rojas, eso nos recuerda que es posible cambiar la historia e imponer un sello propio; otras acciones transformadoras son las deportistas que decidieron asumir todas las sanciones que se generaran por negarse a usar – bikinis – y cambiarlos por pantalonetas que no exhibieran sus cuerpos y les evitara las incomodidades generadas por las prendas sexistas que les obligan a portar.
En este sentido, celebro que un certamen tan importante y que atrae las miradas del mundo aporte tantas enseñanzas, no todo es perfecto y ejemplo de ello es la – sorpresiva – determinación de los jueces en la presentación de – Yuberjen Martínez – sin embargo, eso que tanto nos dolió como país y que ojalá se solucione con la demanda interpuesta, no puede nublar lo inspirador y lo propicio de las buenas cosas que han pasado, en un planeta que está sediento de esperanzas y cada vez más frágil por causa de una pandemia que se lleva de manera indiferencia a nuestros seres queridos, estas situaciones positivas son elixir para nuestros espíritus.
El poder del deporte y el impacto que tiene en el tejido social, debe llevar al sector público y privado a implementar procesos sostenibles que le permitan a niños, niñas, adolescentes y jóvenes tener opciones de avanzar hacia proyectos de vida lejanos a la desesperanza, los delitos, el consumo de sustancias psicoactivas o la corrupción “facilista” que acaba con la posibilidad del desarrollo social integral, la equidad e igualdad de derechos.
De esta manera, termino afirmando que los actos más olímpicos sean las inversiones contundentes a favor del deporte, que Colombia gane más medallas y los deportistas sean más competitivos, que no se acuerden de los y las deportistas solamente cuando ganan porque eso es sepultar las esperanzas de otros que siguen en sus pueblos apostando todo para lograr sus sueños, el apoyo al deporte no es darle una casa de interés social, pasearlos en el carro de bomberos del pueblo o darle menciones de honor en el capitolio posterior a ganar las medallas en las olimpiadas, el deporte no es un juego y es momento de entenderlo.
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