¿Por qué el español es la única lengua con signos de interrogación y de admiración invertidos (¿ – ¡)? Fernanda García Pallares, Soledad
En los idiomas, el origen del signo de interrogación es la palabra latina quaestiō ‘pregunta’, que al final de la frase se abreviaba como ‘Qo’; luego la ‘Q’ se fue abriendo por su parte inferior, y la ‘o’ empezó a escribirse debajo de esta y se convirtió en un punto, y el nuevo signo terminó así: ‘?’. En 1754, la segunda edición de la Ortografía de la Academia obligaba a iniciar las preguntas con ese signo de interrogación invertido. Como ese precepto nadie lo acataba, cien años más tarde la Academia, ya investida como ente institucional, impuso el empleo de ese signo invertido si no se quería cometer un error de ortografía. Se trata de uno de esos caprichos de las lenguas, que son válidos (por ejemplo, en alemán es obligatorio poner las comillas de apertura no arriba, sino abajo, junto a la palabra que preceden). Es probable que la Academia haya instituido el signo de interrogación invertido (y, de paso, para unificar la grafía, también el de admiración), para ayudar al lector en voz alta a darle a la frase una entonación elegante y adecuada con el fin de que los oyentes sepan desde el comienzo que se trata de una pregunta. Recordemos que el español es un idioma muy elaborado, flexible y rico –y presumido, si cupiera el término–. Otras lenguas no cuentan con ese recurso, pero se valen de otros. Así, el inglés emplea los auxiliares Do y Did o muchas de sus preguntas comienzan con la letra ‘W’ (What, Who, Where…).
¿De donde viene la expresión ‘dar gato por liebre’? Arlene Katz, s. i.
En Europa, en la Edad Media, en posadas y restaurantes de dudosa reputación, en épocas de escasez de carne vacuna se ofrecía a los comensales carne de liebre, que también era apreciada, pero a cambio de esta se les servía carne de gato, de textura parecida. La frase se emplea para describir un engaño o una estafa.
Si la puntuación es tan complicada y aburrida cuando escribimos, ¿es necesaria? Andrei Piñeros R., B/quilla
Si alguien intenta escribir bien, la puntuación debe resultarle sencilla y grata. Hace más de cinco años, a una pregunta muy parecida, respondí: “En apariencia, es más penoso para quien escribe cometer un error de ortografía que puntuar mal, pero resulta que tan vergonzante como un error de ortografía es un error de puntuación, con el agravante de que este último puede hacer incomprensible un texto mientras que el error de ortografía no lo hace. Fui testigo de un episodio que sirve para aclarar lo anterior: un amigo estaba comenzando una relación clandestina con una mujer casada. Un día, esta le preguntó en un mensaje de texto: ‘¿Podremos vernos esta tarde o estás ocupado?’, y aquel quiso responderle así: “No, estoy disponible”, es decir, que no estaba ocupado, que contara con él, pero omitió la coma y ella leyó: “No estoy disponible”. Por supuesto, se frustró el encuentro”.