¿Trato de vestirme siempre muy sobrio y elegante, y hay quien me dice que por eso soy narcisista… NN, B/quilla
Narcisista se le dice a quien se envanece mucho de su presencia física o de sus ejecutorias exitosas. Narciso, nombre propio o el de una flor, deriva del latín narcissus y este del griego nárkissos. Hay tres versiones sobre la historia de Narciso. La más conocida es la de Ovidio, quien dice que era hijo del dios-río Cefiso y de la ninfa Leiríope. Cuando joven era de gran apostura (en Barranquilla, coloquialmente, se diría ‘un bollón’). Por su lado, el adivino Tiresias le adelantó a Leiríope que su hijo solo viviría largo tiempo si no llegaba a conocerse a sí mismo. Permanentemente, Narciso desataba el amor de las mujeres (por ejemplo, el de la ninfa Eco), pero nunca correspondió a ningún requiebro. Un día, al ver su imagen reflejada en las aguas de un arroyo plácido, cayó de rodillas enamorado de sí mismo, y al no poder satisfacer su pasión, permaneció junto al arroyo contemplándose hasta que se consumió, aunque luego brotó como una flor, el narciso, que para los antiguos era símbolo de muerte prematura.
Si hay tantos curas de conducta non sancta, ¿por qué cree usted que la Iglesia Católica los defiende y defiende el celibato? E. Farfán, Bogotá
La Iglesia los ha amparado mediante traslados, ocultamientos o qué sé yo. Hace algunos años, ante una pregunta semejante dije que la idea más difundida es que el celibato eclesiástico se cimenta en la necesidad de que el cura se desligue de cualquier asunto que lo ate a la Tierra o a sus placeres y lo desvíe de su cometido que son los fieles. A los curas que no pertenecen a una comunidad religiosa, que, por lo general, son pudientes, la Iglesia les pide que los excedentes de sus gastos de manutención se destinen a obras de caridad o a mejoras parroquiales, algo imposible si no fueran célibes, pues entonces deben velar por la protección de sus familias. Sin entrar en divagaciones teológicas, y más allá de que muchos lo consideren un valor, creo que la abstinencia sexual es algo absurdo, pues es como si Dios nos dijera: ‘Les doy el sexo, deleitoso y apremiante, pero, para complacerme, absténganse de él’.
Nota: A raíz de un comentario de la semana pasada del doctor Alfredo Calderón Lombana sobre el trato de ‘patrón-patrona’ que muchos vendedores les dan a sus clientes, me escribe Julio Rafael Pérez Puentes: “Hasta mediados del siglo pasado la mayoría de vendedores eran campesinos que traían sus productos a lomo de burro a la puerta de las viviendas. Cuando acudía la matrona o el patriarca, solo decían: ‘Patrona, llevo habichuela larga’ o ‘patrón, llevo bollo de maíz...’. Quizá esto ha pasado de generación en generación. Y en la plaza de San Nicolás y alrededores, cuando existían los vendedores de libros de segunda, a sus clientes les decían: ‘A la orden, profesor’. Supongo entonces que la mayoría de quienes visitaban a los vendedores de libros callejeros eran docentes”.
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