P.: En una época afrancesada de Barranquilla se usaban las lámparas llamadas quinqués. ¿Cuál es su origen? Darío Diago Abello, B/quilla

R.: La época afrancesada que usted menciona debió de haberse dado en nuestra ciudad entre 1925 y 1940 por influjo del art déco (apócope del francés arts décoratifs), que se refiere a las artes decorativas de vanguardia, que tenían un regusto popular y en muchos países pesaron en distintos conceptos artísticos, como los diseños interiores y la arquitectura. El quinqué lo inventó hacia 1780 el físico y químico ginebrino André Argand, y dos décadas después fue perfeccionado por el farmacéutico francés Antoine Quinquet, quien lo comercializó y le dio su nombre. Consiste en un tubo de cristal que abriga la mecha y la llama y en un depósito para el combustible, que puede ser de porcelana. El quinqué existía mucho antes de que en 1920 surgiera el art déco, pues había empezado a usarse masivamente desde mediados del siglo XIX. Como esto se dio en particular en Francia, es probable que por su uso en nuestros lares usted lo asocie con una “época afrancesada” en Barranquilla.

P.: ¿Por qué cuando uno tiene hambre dice “tengo filo”? Carlos Mazeneth, Manizales

R.: Lo que usted dice lo corrobora una canción de Carlos Vives, Al filo de tu amor: “Buscando para el mercado,/ desempleado y pasando filo por tu amor”. Hay otra, Sielva María, que popularizó Alejo Durán, que dice: “Fileña de pelo largo muy coposón/ […] tiene la cara fileña y nariz delgada”. Filo y fileño tienen la misma raíz. Filo se refiere a hambre, y fileña, que es distinto de aguileña, se usa para indicar que alguien es de cuerpo, de cara o de nariz delgada. Antes se decía: “Está tan delgado por el hambre que ya tiene filo”, es decir, “ya está como el filo de un cuchillo”, que el habla popular redujo a “tengo filo”, es decir, a “tengo mucha hambre”.

P.: Le oí a alguien: “No quiero ser abogado del diablo”. ¿Qué significa esa expresión y de dónde viene? RS, B/quilla

R.: Según me explicó el abogado barranquillero Alberto Acosta M., en los procesos de canonización, cuando se va a elevar a alguien al estatus de santo se hace un juicio canónico para determinar si tiene méritos para ello. En ese juicio hay dos clérigos que actúan como abogados: uno quiere demostrar que ese alguien tiene virtudes para ser considerado santo, y otro, el “abogado del diablo”, procura probar que no las tiene. Eso lo hace la Iglesia para evitar que cualquiera presuma de santo porque se le apareció la Virgen o por esto o por aquello, y que la veneración a ese falso santo se vuelva un negocio, turístico o de otro tipo. La expresión se utiliza para indicar que no se pretende defender una posición o a tal o cual persona. Por ejemplo, hablando de alguien considerado perverso, como Hitler, podríamos decir: “No quiero ser abogado del diablo, pero, pese a que Hitler fue un hombre malo, su plan económico para rescatar a Alemania fue bueno”.

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