
El mejor vividero
Barranquilla, ya sabemos, es la meca de la farnofelia. Aquí nacen la moda, y las modas. Lo que aquí se determine como “puppy”, póngale la firma, puppy será, y la cosa se extenderá a casi toda la costa. Hasta lo malo, como lo del recaudo particular de los impuestos, y otras pilatunas. Si se implanta aquí, pronto lo copiarán otras ciudades del litoral. La farnofelia es prioritaria, y ajena a los rollos de este país de locos, no importan los diálogos de paz, ni la inseguridad, o lo que sea que nos acose, primero lo primero. Que se debe aprender de vinos y reunirse a libar finas cosechas, pues vendamos el carro y construyamos cava, aunque a los pelaos les toque compartir alcoba. Que hay que comprar yate, y llamarle “bote”, hipotequemos la casa y compremos nuestro bote. Y así. La farnofelia además no se ocupa solo de cosas materiales, sino también pone de moda eventos sociales.
Los funerales, por ejemplo, que surgió una contra, un movimiento instruyendo a familiares y amigos que no avisen de la muerte por la prensa; que la velación sea solo con los deudos, y se celebre en una iglesia, no en la funeraria. Es que antes se metía el ataúd en una bóveda a tapar con placa de mármol, y pare de contar. Eso se volvió corroncho y llegó la moda del ataúd en la fosa, los de la funeraria en macabro rito descolgando tapas de concreto y lanzando después sonoras paladas de arena, que la placa se pone después. Hoy no. Convertidos en evento social, aviso en EL HERALDO, ojalá primera página para mayor concurrencia, y que la gente pueda, cual coctel, departir hasta que comience la misa. Finalizada esta, los deudos se turnan para pronunciar largos discursos elogiando al muerto, al que acto seguido meten en un horno, y a los tres días otra convocatoria para depositar las cenizas en alguna iglesia, y convocan entonces, por la prensa, a la misa de los ocho días. O sea que son tres convocatorias por muerto, cosa que para los de la tercera edad es programa, pero para los jóvenes es un camello el repetido compromiso.
¿Un bautizo? Era antes evento estrictamente familiar. Hoy envían tarjeta como si fuera matrimonio, y arreglan y decoran un salón para ubicar a los muchísimos invitados. ¿Cumpleaños? Obligatorio salón y menú para las nanas, y otro para los cientos de niñitos y padres invitados. Dicen que si te invitan a un matrimonio es un honor, y si no, es un favor. Honor recibir la invitación, es que estás entre los más cercanos a los contrayentes, y te quieren tener en tan especial evento. Los ‘negreados’ de puro ardidos dicen que un favor, y sacan cuentas del ahorro en despedidas, vestido largo, salón de belleza y, claro, el regalo. Las cosas se distorsionan cuando se constata que están organizadas y decoradas más de cincuenta mesas de diez personas, más de quinientos invitados, como si todos fueran de la intimidad del ‘invitante’.
Sin embargo, seguro que tanta farnofelia es lo que convierte a Barranquilla en el mejor vividero del mundo.
rzabarainm@hotmail.com
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