Luego de cerca de 24 horas de comunicación interrumpida con Providencia las autoridades confirmaron lo que temíamos: el 98% de la isla destruida y familias que lo perdieron todo. Cerré los ojos y recordé con melancolía la última vez que visité el archipiélago: quedé maravillada con el color vibrante de su mar de siete colores, con su arrecife de coral y con la magia de su gente raizal que encanta a los visitantes hablándoles en su idioma creole y poniéndolos a bailar al ritmo de un calipso.

La fuerza vibrante que caracteriza a esta tierra hoy se ha visto opacada por el dolor de miles de familias que lo han perdido todo y, aunque agradecidos por su vida, miran con desesperanza el presente y el futuro, que ya se había tornado oscuro por la crisis del COVID-19 que afectó preponderantemente el turismo del departamento. La presencia del Gobierno Nacional en cabeza del presidente Iván Duque, así como la solidaridad de individuos y del sector privado como Pro Archipiélago y la ANDI, han ayudado a que los damnificados no se sientan solos en esta crisis.

Sin embargo, debemos ser conscientes de que este no es un hecho aislado. Como afirma el experto Juan Carlos Ortiz, aunque Colombia no está en la zona de tránsito directo de los huracanes, ha habido excepciones y el archipiélago es el territorio colombiano con mayor probabilidad de ser azotado por uno de estos fenómenos, así como ya había ocurrido anteriormente. Además, una reciente investigación ha establecido que hay una correlación entre los huracanes y el cambio climático.

Los huracanes son solo uno de los múltiples riesgos que tiene el archipiélago. Entre ellos encontramos otros impactos generados por el calentamiento global, por ejemplo, el incremento del nivel del mar y la afectación a ecosistemas como los arrecifes de coral y los manglares. También, el deterioro ambiental ocasionado por el uso inadecuado de los recursos naturales que se evidencia, entre otras, en la contaminación y erosión de las playas, lo cual afecta en gran medida el potencial turístico. Y finalmente, los problemas institucionales y socioeconómicos históricos como la pobreza, la corrupción, la limitada integración con el gobierno nacional y la baja capacidad institucional local. Todo lo cual dificulta al territorio alcanzar su máximo potencial.

Lo anterior evidencia que las acciones que se tomen en el marco de la emergencia deben trascender la asistencia humanitaria y la reconstrucción del territorio, procurando mejores condiciones que las que se tenían antes del huracán. Por lo tanto, deben incluir acciones encaminadas a: primero, la coordinación de las ayudas humanitarias estatales y solidarias; segundo, reconstruir mitigando los riesgos de fenómenos naturales que puedan azotar al archipiélago en el futuro; tercero, definir protocolos de mitigación, preparación, respuesta y recuperación para futuras emergencias; cuarto, recuperar los ecosistemas y lograr un manejo ambiental equilibrado para alcanzar el ideal de turismo sostenible.

Finalmente, hagamos que este sentimiento de solidaridad que hoy nos hace mirar hacia el archipiélago y nos moviliza a donar recursos se consolide en acciones sostenibles en el tiempo, por ejemplo, visitemos todos San Andrés, Providencia y Santa Catalina en el 2021, contribuyendo al renacer de un turismo sostenible.

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