Barranquilla viene durante varias administraciones con un resultado en las encuestas superiores al 90% de aprobación de sus mandatarios por parte de los ciudadanos. Lo que ese dato significa es que la gran mayoría de la ciudadanía, rica, pobre y clase media consideraba que su alcalde y el equipo que lo acompañaba eran excepcionales. Así lo leyó el país y esta percepción muy positiva se ratificaba cuando los visitantes veían en los barrios elegantes de la ciudad, un desarrollo impresionante de obras de infraestructura, como por ejemplo el manejo de arroyos. Se dijo también que el modelo de salud era impecable y que su sistema educativo era un ejemplo para el resto del país. Es decir, Barranquilla perfecta. Y de paso el departamento del Atlántico manejado por la misma corriente política, también perfecto.

Pero llega la pandemia cuando tanto la ciudad como el departamento siguen manejados por personas de la misma casa política. Y en estos momentos lo que está viviendo sobre todo Barranquilla, pero también el departamento del Atlántico es ya preocupación nacional. Obviamente ningún sistema de salud estaba preparado para enfrentar las dimensiones del COVID-19, pero otras ciudades han podido manejar este reto sin llegar a la inmensa crisis que enfrenta esta ciudad, pero también el departamento. La situación es tan grave en Barranquilla que han pensado que es con fuerza pública como se controla lo que consideran las causas del desbordamiento de la pandemia, la indisciplina de la gente.

Sin embargo, la administración tuvo tres meses para preparar el sistema de salud y no lo hizo o no era tan perfecto como creían. Pero, el tema sustantivo es que los peores lugares en términos de contaminados son precisamente los barrios más pobres. Además, el tema de cultura ciudadana no existe ni siquiera para una élite que está demostrando que no entiende lo mínimo que es dar ejemplo, precisamente por ser privilegiados. Pero la verdad, es que lo evidente es que esta pandemia ha mostrado la verdadera cara de la ciudad: llena de personas cuyo sustento se consigue en la calle; una informalidad desbordada que obliga a los individuos a salir al rebusque para poder comer. Muchas veces se les dijo a los mandatarios que era inaudito que desconocieran la pobreza de la ciudad y de paso del departamento. Pero no, la ciudad era perfecta, lo decían las encuestas. Hoy el precio es inmenso y la evidencia demuestra cómo se construyen verdades que no lo son a punta de encuestas.

La otra posibilidad que queda es que a estos mandatarios especialmente al alcalde Pumarejo le haya quedado grande esta crisis. De esta responsabilidad tampoco se salvan los caciques políticos. Probablemente convencidos de que la ciudad era perfecta no midieron las capacidades de quienes asumirían ese cargo. Lo triste de esta situación es que quien paga el costo de todo esto es la parte más débil de la sociedad a quienes además de estar contaminados, les van a mandar la fuerza pública. Lo que les faltaba.

cecilia@cecilialopez.com