‘Spam’ de tenis
A la polémica suscitada por los tenis con los que Irene Vélez, ministra de Minas y Energía, recibió a la ministra de Turismo de España debería bajársele la intensidad porque, a fin de cuentas, ¿qué es la apariencia frente a la inteligencia? Y no defiendo la de la ministra, que apenas empieza su gestión. Defiendo la posibilidad de ver más allá de lo aparente para valorar lo que realmente importa. No es un traje lo que nos define, de igual manera que no puede ser un par de tenis lo que nos reste credibilidad.
Con cierta frecuencia recuerdo aquella mañana en que recibí a un prejuicioso e inquisidor visitante. Por ese entonces, era coordinadora editorial de la revista Latitud y editora de Cultura en esta casa periodística, por lo cual era usual que escribiera sobre libros o creaciones artísticas, en su mayoría, de autores del Caribe colombiano. Recuerdo que él llegó hasta mí entonces puesto conducido por nuestra querida Anita, quien trazó el puente entre el autor y esta periodista. Bastó con que nos encontráramos de frente para que el también periodista me reparara de pies a cabeza. Unos jeans desgastados y rotos, una camiseta holgada y unos Converse que alguna vez fueron blancos rápidamente supieron levantar una muralla entre lo que era él y lo que sigo siendo yo.
Fue tanta su sorpresa al notar que quien le recibía distaba de lo imaginado o preconcebido, que no pudo reservarse sus objeciones sobre mi atuendo. «Catalina, te imaginaba distinta…», me dijo de entrada con un gesto descalificador. Le respondí con una pregunta: «¿Cómo me imaginaba?». Fue ahí cuando encontró oportunidad para enjuiciarme por cómo iba vestida; por no llevar un vestuario digno del cargo que yo tenía en el periódico; por no portar una ropa que cumpliera con la función de certificar mis competencias, y, sobre todo, por tener puesto un par de tenis que nunca podría ser lustrado como los brillantes zapatos de cuero que él lucía.
Mi historia, que no termina ahí, se suma a las miles de experiencias de quienes en un contexto laboral han sido juzgados injustamente por la inocua razón de llevar tenis puestos. A la polémica suscitada por los tenis con los que Irene Vélez, ministra de Minas y Energía, recibió a la ministra de Turismo de España debería bajársele la intensidad porque, a fin de cuentas, ¿qué es la apariencia frente a la inteligencia? Y no defiendo la de la ministra, que apenas empieza su gestión. Defiendo la posibilidad de ver más allá de lo aparente para valorar lo que realmente importa. No es un traje lo que nos define, de igual manera que no puede ser un par de tenis lo que nos reste credibilidad.
Los tenis no solo son una prenda cómoda, también son una declaración de estilo y de libertad. Eso lo demuestra el gran número de funcionarios públicos y de líderes mundiales que los usan. El alcalde de Barranquilla, la vicepresidenta de EE. UU., el presidente de Ucrania, y tantos otros más se ponen tenis, ¿y qué hay de malo en eso? Tras el encuentro diplomático entre las dos ministras, poco se ha hablado del interés manifiesto de España en participar en la transición energética a la que le apuesta el Gobierno colombiano; ni del propósito de transitar hacia energías limpias; ni de la alianza para proteger los recursos naturales o incentivar la movilidad eléctrica y sostenible… Todo se redujo a un spam de tenis.
Según María Paula Camacho, autora de La etiqueta está pasada de moda, «vestirse apropiado no solo se trata de etiqueta o imagen personal, sino también denota la importancia que le damos a un evento, anfitrión o reunión». Ahora pienso de nuevo en mi anécdota del principio, y reafirmo esta idea que para mí es un dogma: más allá de la forma, siempre hay un fondo.
@cataredacta
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