En razón de sus encantos, y como resultado de quién sabe qué colosal gestión divina o humana, en la entrega de los World Travel Awards, Colombia fue nombrada como el mejor destino de Suramérica en 2019. Los premios internacionales de la industria del turismo, que hacen un reconocimiento anual a la búsqueda de la excelencia en un área cada vez más competida, también distinguieron al país en varias categorías muy importantes. No cabe duda de que Colombia tiene un potencial turístico enorme; que ha trabajado intensamente, y desde hace muchos años, para posicionarse como un destino atractivo entre la competida oferta suramericana. Que, además de destacarse por su biodiversidad y su naturaleza exuberante, ha conseguido desarrollar paralelamente un variado portafolio en áreas como la industria gastronómica, la cultura y la moda, que día tras día se fortalecen. No cabe duda de que, en las nuevas tendencias del turismo, aún está por venir lo mejor para Colombia. Considerando que a nivel folclórico y cultural tenemos un rico patrimonio por compartir con el mundo, que recién estamos explorando el turismo de aventura y deportes náuticos, y que ya comienza a concretarse el atractivo proyecto de promocionar las plazas de mercado como sitios donde el turista entra en contacto con las diversas tradiciones gastronómicas regionales, todo parece indicar que aquel país impenetrable -por razones conocidas- para muchos extranjeros, estaría listo para sacar a la luz la incalculable variedad natural y cultural que, por fuerza mayor, ha debido mantener ocultas. No cabe duda de que Colombia tiene atributos turísticos fascinantes y productivos.

Sin embargo, quienes habitamos aquí -quizá el país más sorprendente del mundo, tanto en lo bueno como en lo malo- sabemos que la cotidianidad se sale del marco áureo de los World Travel Awards, y, por tanto, nos asalta la inquietud de si tantos reconocimientos pudieran ser un aliento de la Divina Providencia, o si tras ellos, como se sospecha ha ocurrido en circunstancias similares, hay un autor intelectual urgido de dar a la opinión pública un alivio a sus múltiples temores. En cualquier caso, y aun tratándose de galardones obtenidos en franca lid por los atractivos que tiene la patria, una cosa sí es muy cierta: el desarrollo turístico será mera utopía si no va de la mano de la seguridad. Efectivamente, el país ha logrado generar una nueva imagen que solo podrá consolidarse con la exitosa culminación de un proceso que garantice una paz estable y duradera. Bajo tales circunstancias, mientras oficialmente se hable de la “oportunidad infinita” que ofrece la economía naranja, y extraoficialmente se torpedee la paz, eso de ser el mejor destino turístico de Suramérica no será más que otro espejismo que se desvanecerá al vaivén de las cifras que en materia de homicidios, robos y otros fenómenos violentos, siguen revelando la realidad que se vive en el país.

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