Muchos barranquilleros sufrimos por las expectativas y amenazas del reciente huracán Irma en la Florida, que por su potencial de inundaciones y daños hizo que nuestros familiares y amigos residentes en Miami buscaran pronto refugio en lugares apartados. Sobre todo porque fue calificado como destructor, por su potencialidad de daño. En esta misma categoría estuvo calificado el huracán Harvey, que el pasado mes de agosto causó uno de los mayores daños ambientales ocurridos en EEUU.

En este caso, no solo se inundaron extensas áreas urbanas del Estado de Texas, con niveles de agua de casi dos metros, sino que en la rama de refinación petrolera y productos petroquímicos, al sur de Texas, se produjeron costosas paradas de industrias y algunas explosiones de químicos por fallas de energía y refrigeración industrial, entre otras causas.

Lo que viene al cuento es que ambos huracanes, Harvey e Irma, han sido catalogados por científicos ambientalistas de Europa y EEUU como consecuencias muy probables y esperadas del cambio climático, debidas al calentamiento global generado por actividades humanas.

Esto está exigiendo una pronta y permanente respuesta de control en los organismos públicos y privados de todo el mundo, cumpliendo así los compromisos de los países firmantes del Acuerdo de París (COP 21) del año 2015. Por eso vale la pena declarar que muchos de estos países están desarrollando y planeando efectivas propuestas de mitigación y prevención para disminuir estas peligrosas situaciones que, a su vez, demandan conocimiento y preparación por parte de sus habitantes y, por supuesto, unas respuestas positivas y preventivas de parte de entidades públicas de cada país.

Así lo demuestra –a nivel de Colombia– el nuevo libro titulado Planeando Ciudades Sostenibles, editado por Findeter, con el apoyo del BID y de la Agencia Francesa de Desarrollo, y que está basado en estudios técnicos de emisiones de gases de efecto invernadero, vulnerabilidad, riesgo y crecimiento urbano dentro de un programa de ciudades sostenibles y competitivas que considera el crecimiento urbano, teniendo en cuenta este dañino fenómeno ambiental y su grado de riesgo.

El libro plantea, para cada ciudad estudiada, la necesaria gestión del riesgo requerida para mitigar el cambio climático. De allí mi interés en invitarlos a leer este documento investigativo, que es resultado práctico de estudios e investigaciones hechos inicialmente en seis ciudades de Colombia: Barranquilla, Montería, Pasto, Valledupar, Villavicencio y Santa Marta, y cuyo contenido –después de estudiar a fondo la situación de cada una–, se dirige a convertirlas en ciudades mejor planeadas, sostenibles, equitativas y competitivas.

Conclusión: Le toca a las respectivas entidades departamentales y municipales que colaboraron en este estudio (Atlántico y Barranquilla, entre ellas) ¡ponerlo en práctica!

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