Desde la aparición de las enfermedades hasta la actualidad existe una preocupación de encontrar para cada enfermedad una forma de tratarla. Para esto juegan un papel importante los medicamentos que han demostrado cambiar el curso de las enfermedades como las enfermedades cardiovasculares, la enfermedad coronaria, la hipertensión arterial, la diabetes, las infecciones, y muchas otras, que gracias a la acción de los medicamentos principalmente han podido controlarse o curarse. Dentro de estos medicamentos juegan un papel importante los antimicrobianos, en donde se incluyen los antibióticos, antivirales, antiparasitarios, y los antimicóticos, aquellos que puedan hacer un control de las infecciones producidas por hongos.

Tuve la oportunidad hace ya veinte años de participar, desde los estudios iniciales, fase 2 y 3, en el descubrimiento de un nuevo antimicótico, conocido como Caspofungina, que destruye las paredes de los hongos. Su descubrimiento se inició a partir de unas algas en las costas españolas por James Balkovec, Regina Black y Francés A. Bouffard. Inicialmente utilizado para el tratamiento de neumonías por pneumocistis carinii, hoy jirovecci. Se constituyó después de una ardua investigación de más de 10 años, en el primer antimicótico de la familia de las echinocandinas, de gran impacto a nivel mundial.

Fue la primera vez que un colombianito, me dijo felicitándome, mi profesora Ángela Restrepo, máxima autoridad en hongos en el mundo, se coloca como investigador principal, en los estudios que confirmaron que este medicamento tendría una gran utilización en la posteridad, como así lo ha sido en enfermedades producidas por hongos, superando en eficacia, tolerancia, y seguridad, a los que había anteriormente.

Fueron muchas las investigaciones y discusiones necesarias para tener la evidencia de un cambio, y su efectividad, para aceptar su utilización generalizada, pero formulada por personal entrenado y responsable. Compartí en esos tiempos con el Dr. Balkovec investigador principal en el área Moleculary Bioquímica, Gary Calandra médico Senior investigador, de quienes aprendí que conseguir un nuevo medicamento, no es tan fácil como a muchos le ha parecido, como el que se ha especulado en el de la tantas veces mencionado de la penicilina.

Decidí, a pesar de una buena propuesta de trabajo, volver a mi tierra, a ver si en ella un día podríamos hacer algo semejante. La lucha por desarrollar un instituto de investigaciones ha sido infructuosa y se debilita con los años, los esfuerzos anteriores no han tenido límites, pero la respuesta permanece en ceros.

Seguiremos dependiendo de los conocimientos y desarrollos de otros países, comprando a precios exorbitantes, medicamentos, equipos, ventiladores, jeringas y demás. El reciente lo viviremos con la vacuna contra la Covid-19.

Los gobiernos y todos los sectores, tienen que reaccionar ante la necesidad obligatoria de la investigación, y creación de una institución necesaria para desarrollarla. Que ha hecho poderosos a los países desarrollados, y que les permite manejarnos como les dé la gana, como pasará con el desarrollo de una buena vacuna contra el Sars-cov2.

Han pasado 20 años desde la aparición de la caspofungina, doy gracias a Dios y a mis estudios, que pude participar en forma directa en la investigación de una nueva droga, con la que muchas vidas se han salvado.