Salir a caminar con los niños, familiares o amistades, es una de las prácticas más convenientes, desde el punto de vista de donde se mire. Saludable, en todos los aspectos, físico, mental, de coordinación y lleno de estímulos, que ponen en actividad todo nuestro aparato locomotor. Solo o acompañado, el efecto se siente, en el bienestar, la felicidad, o forma placentera y agradable, a cualquier hora que se nos permita hacerlo. Caminar es bueno, bonito y barato.
Pero, si estos efectos, son en general alentadores, cuando se hace para acompañar, para ayudar, o para gozar con los niños, recordando aquellos tiempos de nuestra propia infancia, que nuestros mayores nos enseñaron a vivir, como inicialmente, un descubrimiento, o algo nuevo, que terminaba impresionándonos, no importando, el sitio adonde fuéramos.
Mis recuerdos de las caminatas con mis padres y mis hermanos, todavía están fijados en las playas de Santa Marta, cuando para nuestra fortuna, el mar, estaba tan cerca, que por momentos sentíamos las olas que parecían llamarnos a visitarlo. También, recuerdo los paseos al Parque de Mamatoco, y las fabulosas caminatas en la Hacienda de San Pedro Alejandrino, donde murió nuestro libertador.
Pasados los años, el caminar, pasó a ser además de nuestra más cotidiana forma de movilización, una de nuestras diarias formas preciadas de compartir con nuestros allegados, desconocidos y con nuestro propio pensamiento.
Buscar la claridad mental, además del beneficio físico, acompañado de las sustancias que producimos para sentirnos mejor, no es tan grande, como, cuando al caminar, tratamos de buscar la luz de aquellos niños que nos necesitan, y que, como uno de los grandes castigos de la vida, si no el peor, tenemos que sufrir sus padres cuando se enferman, y pierden su sonrisa. Los dolores y sufrimientos cambian, transformándose la esencia de sus vidas, lo que los lleva a perder la felicidad, el componente más valioso de la infancia.
Por estas y otras razones más, tenemos que ser conscientes, de esta dura realidad, millones de niños se enferman, afortunadamente, la mayoría se curan con el acompañamiento de sus médicos, padres, familiares y amigos, pero otros no los volvemos a ver más, y aunque, permanecen en nuestras mentes, guardamos la esperanza, con gran dolor y nostalgia que en la otra vida nos volveremos a encontrar.
Llevar una luz, en una sencilla caminata por los niños, aquellos con enfermedades como el Cáncer, que requieren de tratamientos exigentes, complicados y costosos, es recordar, que todos fuimos niños y tuvimos la fortuna de seguir adelante, y que al reconocer las grandes necesidades que sufren niños y, familias con escasos recursos, debemos actuar y protegerlos, de que no se los lleven a la guerra, que no les quiten la mejor etapa de la vida, o que los pongan a delinquir desde temprano, someterlos a trabajos forzados, o aprender conductas que los harán los criminales del mañana.
La Caminata de la luz, proyectada por la Fundación Andrea, está programada el 17 de marzo, para salir a las 6 PM, desde la Plaza de la Paz, caminemos por la igualdad, defendamos la vida. Acompáñanos, consigue tu kit https://www.caminatadelaluz.org/