Desde la antigüedad y durante mucho tiempo con la aparición de las enfermedades y la necesidad de la atención de personas por condiciones que al final estaban enfermas, el médico ha tratado de dar respuesta a todas las preguntas que estas personas le hacen. En la formación médica y gracias en parte a la orientación profesoral, la práctica, la investigación, y logros propios, muchos médicos hemos aprendido que no somos ni adivinos ni dioses, solo que basarse en razonamientos y estudios demostrados por la evidencia da una posibilidad de equivocarnos menos, dependiendo de la complejidad y experiencia en cada caso.
Pero por otro lado, también existe un grupo de médicos con la idea equivocada de que se la saben todas. Uno de mis maestros, el Dr. Hernán Vélez, decía en Medellín que tenemos que ser conscientes de que hay siempre una medicina fácil, que es la más sencilla de manejar, aquella que cualquier persona sin ser médico puede resolver, de la que se aprovechan los avivatos, teguas, brujos etc., porque la mayoría de las enfermedades que tratan hasta se curan solas. Desafortunadamente, en menor porcentaje, otra parte de la práctica médica se vuelve difícil, compleja, y necesita de los especialistas. En todos los casos, siempre existen médicos que lo saben todo y a cada cosa responden sin profundizar, con diferentes especialidades, engañan a los pacientes y le formulan o recomiendan medicamentos o soluciones indiscriminadas. Algunos, mayormente por inexperiencia, por ignorancia, y otros por obtener réditos, retribuciones o dinero de los pacientes, pasando por encima de la ética y las normas mínimas de seguridad del paciente. Pero la otra razón importante es la prepotencia profesional, usada por los verdaderos sabelotodo, quienes manejan todas las especialidades en una. Esta práctica usada en la antigüedad por el numero bajo de especialistas, ha permanecido, con la consecuencia de la observación permanente de errores médicos, esto sumado a que sabemos que la medicina especializada solo es para unos pocos, universal y nacionalmente. Para evitar el sabelotodo, cosa que no es fácil, se debería buscar un buen médico, que sepa que tiene limitaciones, que comparta con otros cuando necesita ayuda, y no atienda pacientes como en la época antigua, en la que por abarcar toda una extensa profesión, se convertían los médicos en aquellos que llevaban a los pacientes a mayores complicaciones, secuelas o muerte.
Como los pacientes son asignados por EPS o algún tipo de medicina prepagada, el volumen de paciente resueltos con eficacia y precisión cada vez es menor, lo que aumenta las complicaciones y empeora resultados, sumado a la demora en procedimientos y decisiones terapéuticas, que deteriora más a un sistema de salud, que aunque ha mejorado notoriamente en cubrimiento, se disminuye cada vez más en calidad, las citas con especialistas se dan, cuando ya el paciente está complicado o ha fallecido, y se incurren en demoras y gastos mayores. El nuevo gobierno podría ser determinante para un cambio en la calidad de la atención, el que nos beneficie a todos, y a nadie molesta, excepto a el sabelotodo.