El transcurso de la vida demuestra que cada época va trayendo la adaptación del hombre a satisfacer sus necesidades, apoyándose en la propia inventiva humana, en los descubrimientos, las nuevas tecnologías, los progresos científicos. Así se pudo y se puede enfrentar de algún modo las tragedias y los desamparos, las catástrofes y las evoluciones sorpresivas. El mundo, la vida, los acontecimientos tienen su propia dinámica pero los seres humanos se imponen y siguen adelante. Esta pandemia creció, agigantó, expandió en el mundo la actividad transportadora de alimentos y objetos desde su punto de venta hasta el comprador. Siempre existió para casos especiales pero hoy día es consuetudinario y se impuso como costumbre para quedarse.
Las bicicletas modernas, las motocicletas se duplicaron. El combustible aumentó. El encierro obligó a las empresas a acudir a éste servicio o simplemente desaparecer. Léase: Quebrar. Y por fortuna, apareció en el mundo una actividad que especialmente, lo analizamos en nuestro país, enfrentó el alto porcentaje del desempleo. La informalidad encontró un soporte más estable, más seguro. Miles de hogares han vuelto a tener el sustento medianamente asegurado. Millones de necesidades humanas y rutinarias encontraron un alivio.
Vemos en nuestras ciudades esquinas repletas de muchachos domiciliarios con su medio de transporte esperando que los llamen para envió de la mercancía. Luego como enloquecidos, valga la verdad comentarlo, se disparan por las calles atropellándolo todo y violando cualquier norma de transito existente. Pero ese es tema de otra columna. La verdad es que cuando los vemos veloces pensamos “ahí va el almuerzo de los hijos y la mujer”. Todo ello nos produce una gran satisfacción porque de algún modo la vida misma como ya mencionamos obliga al ser humano a agarrarse de cualquier motivo para no perder la batalla de la subsistencia.
Pero todo tiene su marco de orden, de civilización, de respeto. En esto consiste la reglamentación, o sea la vía legal de las normas laborales para proteger a estas personas que ya son cientos de miles y aclarar cuál es su verdadero “status”. Hay mucha desorientación al respecto inclusive entre los empresarios que los contratan. La mayoría los considera “Free lance” si ningún tipo de prestación salvo la comisión por la entrega. Otros ya los están llevando hacia una modalidad por ahora confusa pero que presagia protección laboral.
Por otro lado el empresariado que los contrata debe exigirles muchos requisitos especiales para escogerlos de la mejor forma posible. No cualquiera persona está mentalmente, óigase bien mentalmente, preparado para una tarea aparentemente sencilla. Vamos a presenciar aquí el siguiente testimonio que lo presenciamos: En esta ciudad, hora pico del tránsito. Larguísima fila en un semáforo por accidente. El domiciliario pasa a nuestro lado y tropieza en su moto con el andén. Se cae y con él las dos cajas de comida que lleva atrás caen al andén y se abren. No se lesiona, recupera la moto, la estaciona. La caja abierta con la comida en el suelo la llena nuevamente con la mano. La cierra y las amarra, las dos, en la misma bolsa. Las monta en la moto, se activa en minutos la circulación y nosotros por curiosidad lo seguimos para ver que hacía. Veinte cuadras más adelante, barrio estrato cuatro, se detiene en una pequeña casa y entrega las dos cajas empacadas. Nosotros prudentemente nos retiramos asombrados, no por chismosos sino por temerosos de la higiene de aquella familia recibidora.