La percepción ciudadana en general, la gente pensante, honesta, que quiere lo mejor para Colombia, sin distingos políticos, la clase media agobiada pero expectante, la clase económicamente alta con su producción a la expectativa, en fin, los que desean que el país prospere al margen de las inquinas políticas y los eternos debates de ese partidismo ridículo y cositero, todos ellos, todo ese conglomerado inmenso del país anónimo pero vigente, está convencido de que la reforma tributaria hay que conseguirla, hay que avanzar en las inversiones sociales, el gasto específico de los auxilios y ayudas, la reactivación del empleo, el crecimiento continuado económico con una estabilidad fiscal necesaria y una producción firme avanzada que dignifique el capital como columna vertebral del desarrollo nacional.
Pero todo lo anterior este mismo conglomerado anónimo y silencioso pero expectante pide, solicita, requiere que el nuevo gobierno actúe con mucha cautela en todas las reformas prospectadas. Es de simple lógica porque como dijera Churchill cuando se retiró al descanso después de vencer a Alemania "No corramos tanto por volver a lo de antes para que el agotamiento no nos aniquile". Sí, hay que tener pausa, paso a paso, con esmerada atención a la prudencia. ¿Por qué tanto temor? Porque la ecuación es muy sencilla, perfecta hija de la lógica con la cual se debe direccionar dichas reformas: El capital colocado para producir requiere un montaje en empleos, maquinarias, organización administrativa y la pirámide contable-caja-egresos. Si el gobierno con las reformas exagera los impuestos lo primero que hace el productor es poner los frenos en los costos fijos, después los costos variables, inmediatamente detención en las utilidades. A nadie le gusta que le resten, disminuyan sus utilidades si son producto de sus esfuerzos y de su organización.
Si los impuestos son desbocados, explicados con miles de sofismas de distracción benévolos o perversos, el productor frena la ganancia porque de ella derivan sus utilidades a valores netos. Es de una elementalidad impresionante. Y lo primero que se sacrifica es reducción de la compra de materias primas, reducción en los empleos, reducción en los gastos generales. Es decir austeridad que antes no existía, prudencia que antes era menor, cautela que ahora se tiene con prevención. El balance es que el gobierno por tratar de hacer las cosas bien hechas mata las gallinas de los huevos de oro. Afortunadamente el nuevo Ministro de Hacienda es un hombre ponderado con experiencia que sabe bastante bien que esa gallina de los huevos de oro vale mucho y que debemos cuidarla para que siga poniendo huevos pero que no se debilite o enferme.
Nos parece que la receptividad ciudadana en estos aspectos es buena y no hay ni rechazo absurdo ni oposición denigrante al intento del nuevo gobierno de hacer un cambio. Ese cambio, lo entendemos, debe llegar primero a erradicar el hambre, a bajar las tarifas de energía y permitir que los niños de la casa vayan todos al colegio pagando sus matrículas o gastos mínimos. Hay una aceptación a los propósitos gubernamentales, por la simple lógica de entender la inequidad y la injusticia social. Pero por favor, actúen con esa cautela que se mide en la inteligencia debatiendo paso por paso, midiendo a diario consecuencia y resultados.