El Heraldo
Opinión

El tren de cercanías

En antaño tuvimos en la costa el ferrocarril de Barranquilla que nos unía con Salgar y Puerto Colombia. 

El gobierno colombiano acertadamente planea varias obras básicas de infraestructura para después de la pandemia con el  fin de iniciar la rehabilitación de nuestra economía que será una tarea larga, difícil y persuasivamente de fatigosa inasistencia. Carreteras,  puentes represas, puertos, aeropuertos entre otros, tienen ya pre estudios de alta confiabilidad para abanderar estos proyectos de envergadura. Entre otros prioritariamente incluyen la rehabilitación de vías ferroviarias para intensificar, abaratar, facilitar más la interconexión comercial y el transporte de mercancías, en un país de muchas montañas como el nuestro que dificulta y encarece el traslado vehicular.

En antaño tuvimos en la costa el ferrocarril de Barranquilla que nos unía con Salgar y Puerto Colombia. También un ramal que desde Girardot y Honda llegó hasta Ciénaga. Fueron 230 kilómetros de rieles lo máximo que tuvo la costa en el siglo veinte, a principios, cuando se empezaba a soñar con Bocas de Ceniza. Pero el total de vías ferroviarias en el país llegaban entonces  a  900 kilómetros. En 1945  el total en el interior de estas vías era de  3540 kilómetros de las cuales apenas estaban en la costa 350 kilómetros incluyendo algunos sectores privados como el que conectaba en las sabanas con el Ingenio Sincerin o el de la zona bananera.

Desde hace años propugnamos en la Costa Caribe por resucitar la idea de un Tren  de Cercanías que uniera los siete departamentos continentales comenzando por el ramal Santa Marta-Barranquilla-Cartagena para extenderla desde Riohacha hasta Montería pasando con sus complementos por Valledupar y Sincelejo. Gustavo Bell como Gobernador insistió mucho en la idea, después somos testigos de los propósitos al respecto que tuvieron Eduardo Verano en sus dos periodos y José Antonio Segebre quienes personalmente en Bogotá hicieron varias gestiones al respecto. Como siempre en estas épocas "la novia de los Presidentes; Barranquilla", era declarada para todo la preferida pero no alcanzaban a salir de las puertas de Palacio los gobernantes cuando la  señal de pistola aparecía. Distintivos de los gobiernos Uribe y Santos.

Así, la idea de rehabilitar el tren costeño, iniciar la vía de cercanías que tanta economías obtendría, incrementos comerciales, facilidades de transporte de mercancías y personas,en fin tantos beneficios, como siempre no les llamó la atención en Bogotá y nos obligó a asumir la postura del mendigo,  la mano extendida. Por supuesto que nuestros congresistas de los siete departamentos, con muy distinguidas excepciones perfectamente identificadas, no les interesó el asunto como es históricamente costumbre. Pero de lo que no podemos desprendernos es en martillar cada vez más en este proyecto fuertemente prioritario y necesitado, Aquí ya llévanos en este espacio más de diez columnas dedicadas a este tema  en varios años. El Tren de Cercanías debe ser una realidad, una obsesión de gremios, un ideal, un propósito de gobernantes, una realidad de la ANI, del Ministerio de Transporte, de los Presidentes. Insistamos, perduremos, luchemos por revivir este proyecto o por iniciarlo o por encauzarlo. En esta época de nuevos panoramas después de la pandemia es imperante volver a pensar en esta posibilidad futura de grandes augurios, de recuperación económica y creación de empleo.

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