Donde uno llega, a cualquier reunión donde uno se junte, en el escenario voluntario u obligado al cual asista, la conversación del momento es la misma: ¿cómo es posible que, en 60 años, según las estadísticas y números que se han conocido recientemente como los 450,000 componentes de nuestras Fuerzas Armadas, no haya podido derrotar, aniquilar, exterminar a los grupos alzados fuera de la ley que nos han azotado todo este tiempo? La pregunta es de una lógica muy pura porque se supone con fuertes soportes técnicos conocidos que la inteligencia de nuestras fuerzas, las armas, la alta sofisticación que manejan en medios virtuales y externos, su preparación y el equipo con el cual cuentan, evidentemente los hacen muy superiores a los 45.000 disidentes que son el 10% de la población oficial del Estado Militar.

Ese cálculo, esa operación aritmética, esta suposición que desemboca en la sola respuesta de que es inaudito e increíble ante el mundo y nosotros mismos como se supone automáticamente, que detrás de todo el largo conflicto algo escondido ha dirigido a las fuerzas oficiales que los han frenado, aguantado, detenido cuando quizás, tenían al enemigo “a tiro de fusil”, es decir, prácticamente vencido. No se necesita ser un adivino con poderes sobrenaturales para deducir que nuestras Fuerzas Armadas, su equipo de combate, sus estrategias, son inmensamente superiores a los grupos fuera de la ley. Y además estos sediciosos no cuentan con las comodidades mínimas humanas en la selva, donde las asistencias médicas, alimentarias, tecnológicas, de municiones, están permanentemente rodeadas de la incertidumbre, de la buena suerte, del éxito que se mide por las ilusiones previas.

El Ejército Nacional, la Armada y la Fuerza Aérea, constituyen las Fuerzas Militares. Si se adhiere la Policía Nacional a este grupo, se constituye la Fuerza Pública o lo que antiguamente se denominaba como las Fuerzas Armadas, adscritas al Ministerio de Defensa.

La diferencia entre las Fuerzas Militares y la Policía, radica en la esencia militar de las primeras —Ejército, Armada, Fuerza Aérea—, y la categoría de cuerpo civil armado de la segunda.

Por Constitución las Fuerzas Militares tienen la responsabilidad de garantizar la soberanía nacional y la integridad territorial en tanto que la Policía Nacional debe responder por el control del orden interno.

Entonces quizás el país necesita respuestas. Estamos a la espera de que los altos comandantes le entreguen un diagnóstico de sus fracasos a la ciudadanía, porque si hay altura como dignidad, conocimientos, preparación bélica en algún renglón de nuestras Fuerzas Militares esas razones están en cabeza de los altos mandos que son un orgullo de la patria.

¿Pero ellos deben hablar porque si no nos explican la razón de sus fracasos cuando tienen al enemigo perfectamente ubicado, determinado y rodeado, de pronto reciben una orden de quién?, que se retiren. ¿Por qué?, ¿Cuál es el motivo por el cual alimentan el desarrollo del delito nuestras Fuerzas Armadas permitiendo que progresen detrás de la ley si son inferiores en todos los aspectos humanos y bélicos? Bien, esta es la gran pregunta de la época, total, nacional, permanente, Colombia necesita una respuesta. Ojo: no desea ni quiere una respuesta: la necesita.