Creemos que las intenciones y programas del Presidente Petro para darle un viraje a la vida de los colombianos es sincera y en su anhelo de un cambio en directrices lo anima mejorar la vida de los ciudadanos, aliviar su pobreza, establecer una paz total y autentica, alcanzar los equilibrios sociales que la comunidad necesita porque de verdad en estos aspectos como nación estamos bastante atrasados.

Pero al mismo tiempo estamos viendo que al parecer el consejo, los respaldos, las sugerencias de algunos cercanos colaboradores del primer mandatario no son precisamente los más acertados, muchos bastante fuera de contexto, chocando perjudicialmente con la simple lógica de una gobernabilidad segura, atinada, resiliente de los duros golpes que por años el país ha recibido.

Entre los cambios que se alimentaron en la campaña presidencial y se están llevando a cabo hay uno en especial que asusta. Simplemente observado atenta contra la institucionalidad del país, contra la seguridad ciudadana, contra el respeto por el orden público, todos los cuales son consagrados como Derechos Fundamentales. Entre ellos la eliminación del Esmad, el cuerpo de defensa y seguridad de las Fuerzas Armadas ante difíciles situaciones de orden público, para reemplazarlo por un Consejo o cuerpo de dialogo más o menos un sistema de apaciguamiento y tolerancia hacia la violencia. Nos parece el mayor error que pueda cometer el Gobierno que se inicia porque equivale a desarticular un cuerpo altamente especializado y estrictamente necesario en medio de la turbulencia social que vivimos los colombianos en el diario vivir.

No hay la menor duda de dejar establecido que la Ley es para cumplirla, que la violencia hay que controlarla, que el vandalismo debemos castigarlo, que los crímenes ser fulminantemente sancionados.

También es profundamente pertinente que en todo procedimiento de contención contra los levantamientos y situaciones de peligro los excesos, los exabruptos, la inminencia de las injusticias, deben ser controlados y quien violo los limites castigados. No es que los miembros de la Esmad tengan patente de corso para activar la violencia contra la violencia. Ellos en su estructura y en su formación académica y militar, por su alto grado de preparación deben saber distinguir claramente cuando se actúa con mesura e inteligencia y cuando además de estos límites debe imponer la autoridad enérgicamente porque los atentados sean verdaderas causas criminales.

Pero desaparecer el Esmad en un país donde lo que quiere imponerse diariamente es la indisciplina, donde el crimen parece convertirse en costumbre, donde la violencia es un diálogo cotidiano, un país invadido de vandalismo, de corrupción, de desobediencia a los principios y leyes, esta decisión nos parece un error fatal que ojala no nos traiga consecuencias desastrosas. Si lo que aquí necesitamos es autoridad y rigidez en su aplicación un cambio de rumbo de esta naturaleza presenta enseguida un panorama de debilidad, o de cobardía o de derrota. Es entonces fácil confundir por los sediciosos la mano tendida con la flaqueza y la ausencia de la autoridad para entonces hacer lo que les dé la gana. Ojala el Gobierno rectifique, medite, retroceda. Nos alimentemos más la violencia y la impunidad.