Cuando aparezca esta columna el país habrá elegido un nuevo Presidente que el próximo siete de agosto posesiona al sucesor de Iván Duque. Otra etapa, otro cuatrienio, otro espacio gubernamental empieza a escribir este país que entra al nuevo porvenir encharcado de putrefacción. No nos digamos mentiras, no tratemos ahora con los abrazos ficticios, los mensajes dizque conciliadores, los acercamientos a través de terceros, las venias y genuflexiones borrar una de las etapas más horribles que hemos vivido y sufrido los colombianos. Acostumbrados a lo malo de las relaciones entre ciudadanos, al corrompimiento, al "todo vale", a la hipocresía y la falsa adulación, no nos dimos cuenta que bajo caímos en ésta letrina que llamamos Colombia democrática.

Porque creímos que podíamos desde todas las esquinas insultar y calumniar. Nos convencimos que al contrincante había que graduarlo de enemigo y que a éste, al enemigo, se le combate con armas tan sucias como la difamación. Los exabruptos y desechos llegaron desde todos los rincones. Ninguna campaña con candidatos en la bolsa se salvó de esta catástrofe que no se había vivido posiblemente en décadas. Dicen algunos muy viejos que cuando las épocas de Laureano Gómez y los López Colombia se hundió hasta lo peor. Pero la verdad es que desde el Frente Nacional para acá hubo inquina, rabietas, deslealtades, zancadillas, es decir, todo lo que la democracia imperfecta asentó como proselitismo hirsuto, como proceder válido con las narices cubiertas.

Hoy día la podredumbre fue espantosa. Se vio, se oyó, se sintió de todo. De todo lo hediondo. Y por eso conocimos los personajes, el terreno que pisamos, quienes nos quieren gobernar, quienes desde la cloaca inmunda donde cayeron dizque van a cambiar el país cuando jamás cambiarán ellos porque ya están podridos. Todos, no hay amnistías, ni perdones. Es lo que De Gaulle calificó como “La pestilencia que pretende políticamente gobernar una Francia devastada después que los seguidores de Hitler se bañaron casi cinco años en nuestras cloacas”. De Gaulle asumió el mando de la devastada Francia al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Hoy Colombia asume el nuevo periodo de gobierno con las mismas características. Las guerras pueden ser con cañones y también con el espíritu y el lenguaje putrefacto de las posturas egoístas. Llenas de odios porque deciden que este vicio es el que debe gobernar. Llenas de excremento humano porque creen que con este material se armoniza una civilización.

Pero pensamos que en medio de la podredumbre hay un resquicio, una franja, quizás muy estrecha, desde donde puede vislumbrarse alguna salida, algún escape, algún respirar de aire puro. Es la reflexión sobre lo sucedido, el análisis sereno, sincero, franco. Es la introspección del colombiano que por miles todavía existe. Sobre todo de los colombianos jóvenes. Es la reflexión de que en medio de tanta corrupción, hambre, miseria, desempleo, informalidad, asesinatos, atracos, narcotráfico, robos y secuestros, detrás de ese telón de terror e ignominia, hay una Colombia lastimada, que puede regenerarse y por lo tanto inyectarnos esperanzas. Adelante jóvenes de hoy, todavía, de pronto hay esperanzas, ilusiones, visión tímida de un futuro.