Es bien sabido en el mundo por el estudio de las humanidades o por el simple sentido común elemental del individuo en su entorno que la política es sustancial al destino de los pueblos, que es el conjunto de actitudes y sobre todo ideas que se han formado en la historia para conducir el bienestar, el comportamiento y las conductas apropiadas del hombre en sociedad. La política es el vértice donde descansa la orientación de la humanidad hacia sistemas admirables, altruistas, generosos, que en el fin último buscan lo mejor en la vida y en las naciones.

Cuando la política que siempre ha existido con diferentes nombres se hace buscando el bien común es sabia, pero cuando se degenera por acción de los errores, la maldad, las miserias humanas dirigidas dentro del marco del egoísmo, de los vicios y el egocentrismo que adorna generalmente el poder y la codicia, esa forma de proceder hace un daño incalculable y arrasa con todo lo positivo existente.

El mundo en este aspecto no ha cambiado y los siglos confirman que el enfrentamiento entre lo bueno y lo malo en la política es una razón de ser. Por supuesto Colombia no escapa a esta fotografía. Y cada vez que pasan las fechas electorales en lo que llamamos democracias el tema se agita aún más. En ese agite sigue llamándose la izquierda a los defensores del manejo único del Estado en la vida de la sociedad, derechas a los defensores de la privatizaciones de la propiedad y los capitales y centro a quienes en semántica pura no son ni lo uno ni lo otro. Esto es una explicación simplista por razones de espacio obviamente.

El tema es que esto es, así lo nieguen los pregoneros de las virtudes políticas, una actitud anacrónica. Pudo ser en el siglo pasado impactante en el juego de los destinos del mundo, pero para hoy esa actitud de apegarse a estos desuetos conceptos para justificar lo mejor o lo peor, es una ridiculez inoficiosa que sirve solo para disimular ambiciones y protervas intenciones. Bien pasado de moda todo ese tinglado cuando la historia antigua y la reciente señala con precisión que todas las naciones gobernadas por la infame izquierda se arruinaron y pasaron o pasan hambre y las naciones dominadas por las derechas se han convertido en cuevas inmensas de fortunas mal habidas, corrompimientos y malos hábitos.

Ahora estamos dizque con el centro como equilibrio entre ambos y la gente se pregunta: ¿Centro de qué? ¿De no caer en el hambre o no sucumbir ante la corrupción? Si queremos sacar a Colombia adelante busquemos para el Congreso gente con valores morales, gente que piense en el bien común y no en el particular. No importa si es zurdo, derecho o dizque equilibrado. Y para el próximo presidente aprovechemos que tenemos gente maravillosa y capacitada para encontrar una persona que se entregue al poder, que tenga ideales, que comprenda que la guerra contra la desigualdad y la pobreza no tiene tinte político y que debe gobernar para todos. Honor a la verdad, Duque lo ésta intentando. Veremos cómo lo califica la historia, pero encontremos a la persona, no importa el color, que deje atrás egoísmos, miserias, perversidades, corrupciones de conductas, inseguridad y con mucho carácter.