Hace una semana Patrick Crusius condujo durante casi diez horas hasta El Paso, en la frontera con México, donde perpetró un brutal ataque que causó la muerte a veintidós personas. Luego de ser detenido el joven admitió de plano el delito. “Mi objetivo eran los mexicanos”, dijo. La policía afirma que antes de la matanza el joven colgó en Internet un manifiesto en el que habla de una invasión hispana de Texas: “Si podemos deshacernos de suficientes personas, nuestra forma de vida puede ser más sostenible”. ¿Otro “superhéroe” que vino a salvar la tierra?

El mensaje de odio en todo el mundo está calando muy hondo. Muchos creen en teorías y conspiraciones traídas de los cabellos. Una de estas teorías habla de “el gran reemplazo”. Según cuenta El País, este se refiere “a un supuesto plan de las élites europeas para sustituir a la población blanca del continente por inmigrantes del norte de África y Oriente próximo”.

¿De veras alguien cree en estas payasadas? “Los gringos están locos”, se escucha por doquier cada vez que hay una nueva masacre. Pero no, no son los gringos. El discurso del odio penetra y se enquista cada vez más en una población ávida de creer en cualquier mentira, en cualquier payasada.

Lo peor es que no hay solución a la vista porque detrás de este discurso hay un gran negocio, tanto político como económico. Las masacres en EEUU podrían mermar con sólo prohibir la venta de armas, pero ese es un mercado muy grande y a Trump le interesa impulsarlo, no acabarlo.

Un reportaje de NYTimes esta semana, por ejemplo, da cuenta de una empresa de defensa personal que comenzó a vender un morral a prueba de balas que se puede desdoblar para convertirse “en una protección más grande”. La foto junto al texto muestra a dos adolescentes cubriéndose con sus morrales al llegar al colegio, como si estuvieran en una trinchera. El mercado satisface la necesidad de un problema que a los políticos les interesa promover, no resolver.

El viernes inició una nueva serie brasilera en HBO llamada “Pico de neblina”. La serie parte de la premisa de que la mariguana ha sido legalizada en ese país. Adivinen quienes son los únicos que no hacen fiesta con la noticia. Exacto: los vendedores de droga. Sólo a ellos les conviene la prohibición. “¿En qué trabajaremos ahora si toda la vida hemos vivido de la delincuencia?”, se oye en la serie.

Es cierto, y este es el meollo del problema: primero se crea el problema. Luego los políticos ganan con su “solución”. Así, entre más se prohíbe su consumo, más ganan los vendedores de drogas. Es un círculo vicioso. Igual sucede en EEUU: los ciudadanos necesitan protegerse de tanta inseguridad, por lo que cada masacre aumenta las ventas de armas.

Ni las drogas ni el odio van a parar porque ambos son un gran negocio. Se benefician sólo unos pocos y es inmenso el daño social que causan, pero entre quienes se benefician abundan los políticos. La corrupción no es sólo ganar dinero fraudulentamente. Hay que desconfiar cuando se esmeran en repetir: “Es que no se embolsilló ni un peso”.

@sanchezaute