Renunciar
Esa es la tragedia enorme que viven millones de personas en nuestro país y en buena parte del mundo. Ciudadanos de segunda, atrapados por las cadenas de la desigualdad en el acceso al conocimiento y la información. Esto tiene que doler, tiene que llorarse, tienen que asumirse las consecuencias.
Parafraseando a Rubén Blandes cuando cantaba la historia de lo que pasó con Camilo Manríquez, en total “normalidad” transcurrió el debate de moción de censura a la ministra Abudinen desarrollado en la Cámara de Representantes la semana pasada. Nada de lo que ocurrió sorprende: Movimientos por debajo de la mesa para impedir la participación de periodistas, poca atención mezclada con arrogancia y desdén por parte de la citada y nulas respuestas argumentadas a los datos expuestos por los citantes, la bancada costeña defendiendo en gavilla ordenada a la coterránea, y una intervención final de la ministra plagada de lugares comunes conceptuales e irrelevantes referencias regionalistas para dejar claro que la atornillada a puesto es en serio. En el entretanto, el presidente Duque visitaba varios CAI disfrazado de policía. Si hubiera sido en octubre nada más le faltaba la calabaza. Dulces por allá para ver si se olvida lo amargo de por acá.
Mientras esa irresponsabilidad política pasa campante en medio del empate de la selección, la reunión de la Epa con el señor que la va a ayudar con sus problemas y la inauguración del puente batiente más importante y majestuoso de la historia, miles de colombianos en zonas rurales no pueden acceder a lo que en estos tiempos ya debería ser considerado un derecho fundamental. El acceso a la red implica navegar en información y conocimiento al tiempo que se acaba con barreras de espacio y tiempo que impiden transportarnos a donde la búsqueda de saber y entender nos lleve. Y como sabemos bien, una ciudadanía enterada, educada, contextualizada y pensante no le conviene a quienes llevan décadas anquilosados en el poder desangrando el erario y cambiando oro por espejitos de colores con los que distraen y convencen a sus áulicos. Cada detalle que se va conociendo del entramado criminal que subyace al fracaso del Mintic y del gobierno, cada evidencia nueva de lo frágil del proceso, de lo mal que se invirtieron los recursos que se alcanzaron a invertir, cada fotografía de computadores arrumados sin uso por falta de conexión en una escuela mientras los alumnos intentan hacer tareas por whatsapp cuando confluyen señal y datos; evidencian las brechas enormes a las que someten al país sus malhadadas dirigencias. Como bien lo anotó Vivian Newman, directora del centro de pensamiento “Dejusticia” en una entrevista realizada por Cecilia Orozco, en la vida dual (física y virtual) de hoy, la falta de acceso a Internet impide que un grueso de habitantes pueda acceder a convocatorias, recursos, atención en salud y educación.
Esa es la tragedia enorme que viven millones de personas en nuestro país y en buena parte del mundo. Ciudadanos de segunda, atrapados por las cadenas de la desigualdad en el acceso al conocimiento y la información. Esto tiene que doler, tiene que llorarse, tienen que asumirse las consecuencias. Aquí no basta una cruz de palo. Aquí vale renunciar.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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