El Heraldo
Opinión

La pulpa

Esta columna se empieza a escribir un poco después de la emisión de la entrevista a Aida Merlano. Asumo el riesgo de que sea una más en el predecible torrente de tinta y viscerales tuits ya publicados o en proceso de esparcirse. Es fácil intuir que el volumen de las vestiduras rasgadas es directamente proporcional al estruendo de los golpes de pecho. Nadie es responsable, y cuando eso ocurre es porque todos lo somos. De alguna manera todos lo permitimos por acción, omisión, flojera o selectiva ignorancia. 

El primer impulso es, por supuesto, amplificar las denuncias y darle valor de verdad a lo escuchado porque se parece mucho a lo que queremos escuchar. Y es allí precisamente donde es menester aguantar la pulsión, privilegiar la duda, volvernos a preguntar, tratar de entender el contexto y exigir a las autoridades y organismos pertinentes que revisen con lupa lo escuchado para separar, con pruebas y datos, la realidad de la ficción. Porque de las dos hay. No podemos tampoco ser tan giles de creer a rajatabla las palabras medidas de la ex congresista, conocedora desde adentro de los intríngulis del poder y de cómo vestir a la mentira de una engrupidora apariencia de verdad. 

Y en ese investigar y preguntarse vuelve la lupa a caer sobre el periodismo y la necesidad de que haga (hagamos) un profundo “mea culpa”. Al respecto, el reconocido profesor Omar Rincón anotó en una columna de la semana anterior publicada en el medio digital “cerosetenta” que, y lo cito, “… eso de informar con fuentes, datos, documentos, criterio y contexto desapareció. Estamos en el periodismo de lucha contra alguien y contra todo…Somos los periodistas, no le echemos la culpa a la realidad. Estamos teniendo prácticas periodísticas precarias. Somos los periodistas”. Por ello, y ante el innegable bullicio de las declaraciones, es fundamental que el periodismo trace la raya y se presente a la audiencia como guardián de la verdad y no como vocero del poder: Investigar con criterio, con el cerebro mandando sobre el corazón, contrastando fuentes y cifras, recuperando el necesario espacio y papel que juega y debe seguir jugando en una sociedad sana; aunque esto último sea difícil de creer en un país vampiro como el nuestro.

Y “simpático” es que la entrevistadora sea Vicky Dávila, protagonista hace nada de una memorable y hasta operética “salida de cadena” mientras entrevistaba a Hassan Nassar, de quien nos alegramos se haya liberado de la opresión que le significaba posar como periodista cuando en realidad nunca, o casi nunca, lo haya sido. Por esa pelea hasta se habló del “fin del periodismo” en Colombia, con otros tantos golpes de pecho y trapitos al sol cayendo de ambos lados del tendedero. De esos trapos hoy nadie se acuerda, como pocos analizarán las falencias que la entrevista tuvo. Le sobró drama y le faltó pulpa, la que Aida prometió enviar a Vicky en medios magnéticos y correos.

Investigar y hablar de esa pulpa es lo que toca. 

asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh

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